El gobierno del PRO y el síndrome De la Rúa
Un gobierno que no escucha, no ve y se encierra en su círculo más pequeño. El discurso que no cede ante los comedores y merenderos del conurbano que no dan abasto, ni ante la destrucción del empleo en alza. Las calles vacías, las plazas valladas y el segundo semestre que no trae buenas noticias.
25 de mayo y la Plaza está vacía y vallada. En la quinta de olivos, también vallada, el presidente Mauricio Macri come locro sólo con su gabinete y algunos invitados VIP. Pasaron tan solo 24 horas desde que la gobernadora de la provincia de Buenos Aires tuviera que acortar un acto en Lanús, porque nadie podía disimular los insultos, y tuviera que irse al borde de un ataque de nervios. No hay festejo popular del 25 de mayo. Como en tiempos de crisis profundas el feriado deja de ser fiesta para transformarse en algo meramente administrativo y vacío de contenido.
Encerrado en si mismo “el mejor equipo de los últimos 50 años” minimiza los síntomas sociales. Opta por seguir creyendo en los “focus groups” de su gurú ecuatoriano y su poder mediático. Aconseja a Macri que por ahora no hable. Prioriza la mirada de la millonaria diva de los almuerzos televisivos, Mirtha Legrand, por sobre los aportes que pudieran hacer los referentes de las organizaciones sociales. Así la realidad les queda un poco más lejos y, se sabe, desde lejos no se ve.
Desde el Ejecutivo minimizan los despidos que se cuentan ya por cientos de miles y anuncian con pomposidad un crédito del Banco Mundial en favor del Grupo Bulgheroni para construir una refinería que aportará sólo 1.600 puestos de trabajo.
En la provincia de Buenos Aires los asistentes a comedores y merenderos crecen de manera exponencial. Por ejemplo, en San Martín, la organización Barrios de Píe, señala que en algunos comedores pasaron de atender a 30 personas a 80. Los números de algunos municipios señalan que los pedidos de bolsones de comida se incrementaron un 19%. Incluso Héctor “Toty” Flores, referente social de La Matanza y hombre de Elisa Carrió, reconoce la gravedad de la situación y confiesa que Carrió lo llam{o para que trabaje en la contención de los sectores populares. Pero el gobierno no atina a aumentar el envío de alimento ni asistencia.
Ahora dicen que todo lo bueno que iba a suceder durante el segundo semestre de este año recién lo veremos el año que viene. Mientras tanto la ex ministra de trabajo de la Alianza y actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, suma un nuevo papelón a su carrera política acusando a tres detenidos con supuestas “bombas molotov” de querer desestabilizar al gobierno cuando en realidad se trataba de simples “quema coches”. Quizá no se trate de un error, quizá lo que guía a la funcionaria es la necesidad de justificar un accionar represivo que tarde o temprano, ante la falta prevención y políticas de control de daños, el macrismo pondrá en marcha.
El gobierno sigue con su intención de meterse en las villas. En sus incursiones no ve que muchos de aquellos que salían a hacer changas ya no lo hacen, que algunos de los chicos que iban al colegio ya no van, ni que cada vez son menos los que salen a la mañana rumbo a su trabajo. El gobierno no llega a los barrios humildes ni para urbanizar, ni para garantizar el acceso de ambulancias, ni el funcionamiento de los comedores. Entra, siempre acompañado de su equipo de audio y video, realiza un operativo policial, y se va. Entonces, el Estado vuelve a estar tan ausente como antes.
El gobierno no escucha y no ve. Las limitaciones ideológicas le impiden extender los brazos del Estado para contener a millones de familias que desbarrancan hacia la pobreza y la indigencia. Las limitaciones culturales de un gabinete empresario que mide el humor social en Barrio Parque les niega la posibilidad de ver lo que sucede más allá de los grandes centros urbanos. La dependencia de un gurú ecuatoriano no les permite ver lo que vendrá. Mientras tanto, como cantan Las Pelotas, “junto a la miseria vive el hombre/esperando el milagro” o, este caso, algún segundo semestre.