El club de los corazones chiquitos
“Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga” escribió el poeta francés Víctor Hugo.
Desde burros con libros a ignorantes profesionales, desde negligentes existenciales a seres que están a la deriva de los días. Desde francotiradores de los dedos que siempre disparan mezquinamente, a pigmaliones enamorados sólo de sus propias estatuas. Desde indiferentes hasta la crueldad a los que hacen la verificación ideológica vehicular. Desde los atletas de copiar y pegar eslóganes a los que condenan a los condenados. Desde los que salan las heridas irremediables a los que se entregan a la pereza del pensamiento emoticón. Desde los que no se animan a abandonar su fantasma a los que tienen una inmediata certeza ante cada suceso. Desde los envenenadores de cualquier sueño a los traductores oficiales de la realidad. Desde los licenciados en fronteras a los doctores en desiertos, desde los maquilladores de bestias a los publicistas del espanto. Desde los que le hacen el nudo de la corbata (al tantas veces ahorcado), a los voyeurs de cadáveres. Desde los obispos que enumeran ángeles caídos a los que proscriben los milagros cotidianos. Desde los niños cantores de las fatales primicias a especialistas en tragedias (que nada tienen de griegos). Desde gourmets de caníbales a cómplices de la nada. Desde los siempre turistas en los más dolorosos paisajes a los que promueven la Historia como lotería. Todos ellos conforman el club de los corazones chiquitos.