Se realiza una intensa campaña desde distintos medios y columnistas acerca de la intención del gobierno de “malvinizar” el conflicto con los fondos buitre. Se denomina de esta manera una identificación peyorativa entre lo realizado el 2 de abril de 1982 y el cepo que aplica el capitalismo financiero sobre el país, en su expresión más brutal, a través del fallo  de la justicia norteamericana en el denominado “juicio del siglo”.

La recuperación (nunca invasión) de las Islas Malvinas fue un acontecimiento histórico de una causa justa realizada por una dictadura establishment- militar con las manos ensangrentadas. En la multitudinaria concentración en Plaza de Mayo, el 10 de abril de 1982, se vivó la recuperación de las islas arrebatadas por la primera potencia del siglo XIX, pero cuando Leopoldo Fortunato Galtieri intentó asumir una representación popular que carecía, fue silbado. Extraordinario olfato para realizar un ejercicio de materialismo dialéctico sin conocerlo, tan natural como aquel personaje de Moliere en “El burgués gentilhombre” que “hablaba en prosa sin saberlo”

La derrota posterior implicó una larga cadena de injusticias tratando de borrar este hecho histórico, ocultando a los soldados, metiendo en una misma bolsa comportamientos valerosos con actitudes cobardes; oficiales torturadores que extendieron a las islas sus prácticas continentales, junto a aviadores que realizaron hazañas reconocidas y admiradas hasta por el enemigo.

Entonces había que simular que lo acontecido nunca había ocurrido. Eso es la desmalvinización en una primera acepción. Pero hay una segunda que atravesó toda la democracia, a la que el ensayista Alejandro Horowicz denomina con precisión “la democracia de la derrota”. Es la que se desprendía del fracaso bélico: es inútil enfrentar al poderoso, porque eso conlleva necesariamente una derrota. Junto con la hiperinflación, la desmalvinización actuó como una domesticación de la sociedad movilizando el argumento más poderoso que es el miedo; y abonó el terreno para el menemismo y sus relaciones carnales. En una década pasamos de enfrentar a la OTAN, a pedir que nos dejaran recoger las migas del festín de los poderosos. Fue Néstor Kirchner quien mejor  interpretó la crisis del 2001 y fue él quien decidió que ningún resultado está predeterminado cuando se enfrenta al más grande como quedó demostrado con la re-estructuración de la deuda y con el No al ALCA.

LOS QUE ENARBOLAN LA MALVINIZACIÓN

El fallo de la justicia norteamericana es una emboscada que deja sin posibilidades inmediatas de solución a la Argentina. Si paga a los dos fondos buitre que litigaron, abre la puerta a los restantes buitres y desata dos consecuencias: el pago del 100% de la deuda al 7,6% de los que no entraron en la re-estructuración e inmediatamente se dispara la clausula R.U.F.O. y el 92,4% de la deuda reestructurada se vuelve exigible. Eso lleva inmediatamente a patear el tablero por la imposibilidad de cumplir semejante despropósito y ofrecer una nueva reestructuración del 100% de la deuda. Argentina decidió seguir pagando la deuda reestructurada que no llega a sus beneficiarios por interponerse el accionar del juez Griesa; y no pagar a los fondos buitres a los que la obliga  la sentencia del juez de Nueva York. Está claro que más allá de las discusiones semánticas que no es lo central de la cuestión,  la Argentina no estaría en default. Espera que cuando en los primeros meses del 2015 venza la vigencia de la cláusula R.U.F.O, Argentina levante el default con el pago del 100% de la deuda a los buitres con bonos a largo plazo. Sin embargo, se sostiene que en enero la Argentina le ofrecerá a lo buitres las mismas condiciones que a los bonistas de la deuda reestructurada.

El tiempo que se extiende hasta fin de año estará atravesado por incertidumbres y la posibilidad cierta de una serie de trastadas jurídicas.

En medio de esta situación, muy propicia para el consenso, el mismo al  que suelen abogar los que sólo lo utilizan como un gambito dialéctico y propagandístico, aparecen los que irresponsablemente incitan a pagar considerando que lo contrario es malvinizar el conflicto.

Así, y a mero título de ejemplo de una extensa lista, Jorge Lanata escribió en Clarín del 2 de agosto: “Cristina y la malvinización del default”; Héctor Huergo, director de Clarín Rural el mismo día: “El gobierno decidió malvinizar la cuestión de la deuda con los holdouts”; Luis Majul  en el Cronista del 28 de julio: “Por qué CFK eligió "malvinizar" la pelea con los fondos buitre”; Política on line: “El Gobierno ahora metió a los actores en la malvinización de la pelea con los buitres”; Jorge Fontevecchia en Perfil, 3 de agosto: “También en la Argentina se “malviniza” el juicio” Marcos Novaro en Perfil del mismo día: “El ministro apuesta a liderar la malvinización del conflicto de los holdauts” Margarita Stolbizer: "Hay que tener cuidado con la malvinización de la lucha contra los buitres"; Elisa Carrió: "Resulta imperioso alcanzar un acuerdo con los bonistas que quedaron fuera del canje de deuda para evitar la malvinización del tema que proponen la presidente de la Nación y Kicillof", etc, etc.

DESMALVINIZACIÓN

Levantan la bandera de la malvinización que permanece en la memoria colectiva como símbolo de derrota, ocultando consciente o inconscientemente el estandarte de la desmalvinización,  que en este contexto significa nada más ni nada menos que una rendición incondicional a los acreedores.

Nuevamente se activa el miedo y los lobistas de los fondos buitres arriban con la pomposa denominación de Grupo de Tareas Americano cuyas argumentaciones son recogidas por los editorialistas de los medios hegemónicos y su infinidad de bocas de expendio. Medios locales que parecen redactados en Nueva York, mientras que medios internacionales del riñón del capitalismo apoyan la posición argentina preocupados por la continuidad de la plaza norteamericana como sede de las finanzas planetarias.

El capitalismo expone en carne viva, una vez más, aquella notable descripción de Marx que el capital llega chorreando sangre y lodo.

La situación es complicada, la cual  debe transitarse sin un pesimismo derrotista ni un optimismo bobo.

Es necesario develar las cartas marcadas de este juego: cuando le hablan de “malvinizar” debe leerse “desmalvinizar”, y por lo tanto pagar lo que dice el juez Griesa, recibir desmesurados elogios de los medios afines al mercado por la rendición incondicional, los que sonarán como el epitafio que suelen colocarse en las tumbas de los fallecidos, esas frases hipócritas con que “los vivos”  maquillan a los que no fueron capaces de honrar la vida con sus trayectorias.