Cipayos
La mentalidad colonial de sectores importantes de nuestra población es un pasivo que se traslada de generación en generación. Argentina, durante muchas décadas, desde la finalización de los 60 años de guerra civil y posiblemente hasta 1945, fue económicamente dependiente de Inglaterra, culturalmente de Francia y militarmente de Alemania.
En décadas posteriores la influencia norteamericana llevó a que en los últimos 40 años, Miami fuera el destino para las clases altas y medias altas, reemplazando a París; y las relaciones carnales del menemismo, junto al triunfo cultural del neoliberalismo, habrán de dejar un surco profundo en la conciencia y los deseos de esas franjas poblacionales en las que EE.UU es el país a imitar. La sobrestimación de lo extranjero y la subestimación de lo propio que se estigmatiza con “este país de mierda”, forma parte de la Biblia cipaya. Alimentados desde su más tierna infancia con el axioma sarmientino “Civilización o Barbarie”, donde “la civilización” es el poder económico local -y su subordinación al poder económico de la respectiva potencia hegemónica-; y “la barbarie” es lo popular y los movimientos políticos que lo representa. El propio Sarmiento, en medio del bloqueo de la flota anglo-francesa en 1838 al puerto de Buenos Aires (durante el gobierno de Rosas) escribía: “Los que se echaron en brazos de la Francia para salvar la civilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes ¡fuimos nosotros! Sé muy bien que para muchos es todavía un error afrentoso el haberse asociado los argentinos a los extranjeros para derrocar a un tirano…” Rosas había encarcelado varios franceses acusados de espionaje. Se produjo un conflicto diplomático y las naves francesas bloquearon el puerto de Buenos Aires.
La muerte de la Reina de Inglaterra Isabel II a los 96 años, ocupó más espacio en La Nación y Clarín que el intento de asesinato de la dos veces presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández. Medios que con sus numerosas bocas de distribución de televisoras, radios y diarios suelen formatear el llamado sentido común.
Lágrimas cipayas como las de Laura Alonso que estuvo al frente de la oficina de anticorrupción durante Cambiemos, de penoso recuerdo, expresando sus condolencias en inglés; hasta el ex Ministro de Educación de la misma coalición, Alejandro Finocchiaro, quien escribió: “Falleció Isabel II. Su majestad, y entereza en el ejercicio de su función la colocan en la historia grande de su país en donde no han faltado destacadas figuras. Isabel I y Victoria la esperan en el panteón de las grandes”
El Secretario de Cultura de aquel gobierno Pablo Avelluto, quien en su momento escribió que su golpe preferido era el del 16 de septiembre de 1955, siguiendo ese particular estilo twiteó ahora: “Cada uno tendrá el suyo. Pero mi momento favorito en su largo reinado fue el 26 de octubre de 1965. El día que condecoró a los Beatles, que entonces estaban grabando Rubber Soul.”
En la misma línea el ex presidente Mauricio Macri: "Mis condolencias al pueblo y al gobierno del Reino Unido, así como a los miembros de la Casa Real, por el fallecimiento de su Monarca, quien se desempeñara con honor como Jefa de Estado por siete décadas".
Elisa Carrió, autoproclamada fiscal y reserva moral, que se hace buches con la palabra República, parece que no le cae mal la monarquía. Escribió en Twitter: “Descansa en paz parte de la historia encarnada en una extraordinaria Reina.”
El posible candidato presidencial paloma Horacio Rodríguez Larreta, transformado en halcón, que afirma que nunca se va a sentar a negociar con el actual gobierno twiteó: “Quiero expresar mis condolencias al Reino Unido tras el fallecimiento de Isabel II, histórica figura mundial que reinó por más de 70 años.”
Ningún recuerdo que durante su largo reinado se hundió al General Belgrano fuera de la zona de exclusión en la Guerra de Malvinas. Ningún respeto por nuestros muertos que seguramente les duelen menos que los soldados británicos muertos en la recuperación de nuestro territorio usurpado desde 1833. Son “cipayos”. Expresión con la cual se denominaba a un nativo de la India reclutado para servir a Gran Bretaña.
Hay que recordar el cholulismo que atravesó a los medios que prácticamente trasmitieron en cadena la boda real entre Carlos de Gales y Diana Spencer (luego conocida como Lady Di) el 29 de julio de 1981, evento trasmitido desde la Catedral de San Pablo en Londres y publicitariamente considerada “La boda del siglo”. Algunos de esos medios, ocho meses después, sin ponerse colorados, titulaban contra los piratas ingleses.
La presidenta del PRO, Patricia Bullrich que se negó a condenar el intento de asesinato de Cristina Fernández, le envió una carta a la Embajadora del Reino Unido en Argentina, Kirsty Hayes en donde expresó: “Me dirijo a usted a fin de hacer llegar mis más sentidas condolencias por el fallecimiento de Su Majestad Isabel II, Reina de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Isabel II “será recordada por todos como una Jefe de Estado que durante 70 años estuvo al frente del pueblo británico en los momentos más difíciles. Su vida estuvo dedicada al deber de servir a su pueblo, haciéndolo con convicciones y valores perdurables, lo que la convierte en un ejemplo de liderazgo para el mundo entero. “Hoy, al transmitir las condolencias, transmitimos el profundo respeto por su persona y por su modo de llevar adelante su reinado. La saludo a Usted y al Gobierno británico con mi consideración más distinguida”
Sus preferencias fueron expresadas en un reportaje que le realizó el periodista Bernardo Vázquez en Clarín del 11 de septiembre del 2022: para ella un líder es Winston Churchill, una serie es The Crown, un libro la Biografía de Churchill de Andrew Roberts y una película “The Darkest Hour” que se conoció en nuestro país como “Las horas más oscuras” que narra los primeros días de Churchill como primer ministro.
La Cancillería Argentina, en función de las formas diplomáticas, fue elegantemente lacónica: “Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), Reina del Reino Unido bajo el nombre de Isabel II desde 1952. El Gobierno de la República Argentina expresa su pesar por su fallecimiento y acompaña al pueblo británico y a su familia en este momento de dolor.”
Muy diferente al superlativo cipayismo del vasallo presidente del Brasil Jair Bolsonaro, apologista de la dictadura del 31 de marzo de 1964 que desplazó al presidente constitucional Joao Goulart, quien escribió: “LUTO. Con gran dolor y emoción, Brasil recibe la noticia del fallecimiento de Su Majestad la Reina Isabel II, una mujer extraordinaria y única, cuyo ejemplo de liderazgo, humildad y amor por su país seguirá inspirándonos a nosotros y al mundo entero hasta el final de los tiempos. A menudo la eternidad nos sorprende arrebatándonos a quienes amamos, pero hoy le ha tocado a la eternidad ser sorprendida, con la gloriosa llegada de Su Alteza LA Reina del Reino Unido. Que Dios acoja en su infinita bondad y consuele a su familia y al pueblo británico. En esta fecha tan triste para el mundo, decretamos tres días de luto oficial e invitamos a todo el pueblo brasileño a rendir homenaje a la Reina Isabel II. ¡Dios salve a la Reina!
Toda esta sobreactuación contrasta con el lacónico comunicado oficial británico: “La reina Isabel II murió apaciblemente en Balmoral esta tarde. El rey y la reina consorte permanecerán en Balmoral esta noche y regresarán a Londres mañana”
Unos párrafos del editorial de la periodista Laura di Marco, del grupo periodístico de tareas macrista que se emite por la señal La Nación +, es la exacta muestra de la sobredimensión de lo hegemónico británico y el odio hacia la principal líder popular de nuestro país: “Cristina Elisabet fue opacada por la Reina Elizabeth, Reina Isabel, la muerte de la Reina Isabel, un hecho de enorme trascendencia conmocionó al mundo de la misma manera que lo haría con la muerte de un Papa. Isabel permaneció 70 años y 220 días en el trono de Gran Bretaña y la verdad es que hubo repercusiones en el mundo, tweets, comunicados y también grieta…. ¿Por qué fue tan importante la Reina Isabel? La primera respuesta es que la Reina Isabel encarna la historia del siglo XX…A los 25 años conoció a Churchill, nada menos. Sobrevivió a siete Papas…Luisa Corradini la corresponsal de La Nación en Gran Bretaña destaca varias palabras para explicarla: cohesión, identidad, estabilidad, figura marmórea. La Reina Isabel o Elizabeth podría ser la contracara de Cristina Elisabet en muchos aspectos pero sobre todo en uno: en sus 70 años de reinado su popularidad y respeto que le tuvieron sus ciudadanos de la Comunidad de Naciones que presidió durante todas estas décadas nunca decayó. Como dice Corradini a los 96 años, enferma y debilitada el centro de gravedad, cuando la monarquía incluso era puesta en tela de juicio…Podríamos decir que nuestra Cristina Elisabet sembró y cosechó todo lo contrario, con excepción de su núcleo duro……”
Laura Di Marco es tributaria de lo que fueron en el Siglo XIX Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre, en cuyo diario también ha escrito.
Recoge la trayectoria de otro conspicuo cipayo José María de Alvear, que está homenajeado en la ciudad de Buenos Aires con una calle importante y un monumento en Avenida del Libertador al 1200. En 1815, a los 15 días de asumir como Director Supremo, envió a Río de Janeiro a Manuel José García, un cipayo superlativo, el que debía entregar al embajador británico en Brasil, Lord Strangford, una documentación a través de la cual ofrecía al ministro inglés de Relaciones Exteriores el dominio del Río de la Plata. El objetivo era evitar que las Provincias Unidas cayeran en poder de los españoles. Algunos de los antológicos párrafos: “En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo en sus brazos a estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes que volver a la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar a V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución…"
No es muy diferente al terror que le invadió a la oligarquía argentina en la crisis de 1929, que ponía en serio aprieto al proyecto de país productor de alimentos que abastecía a Gran Bretaña, la que por su parte nos vendía productos terminados. Ante la posibilidad que en esas circunstancias Gran Bretaña favorecía a los integrantes del Commonwealth como Australia o Nueva Zelanda, es que se firma el entreguista pacto Roca – Runciman, el 1 de mayo de 1933, en plena Década Infame y en donde el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (h) declaró: “Así ha podido decir un publicista ….por su interdependencia recíproca Argentina es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.”
Nombres intercambiables, diferentes épocas, pero un cipayismo que los identifica. Se trate de Rivadavia o Macri, de Mitre o Carrió, de Julio Argentino Roca (h) o de Alejandro Finocchiaro, de Manuel José García o de Horacio Rodríguez Larreta.
El cipayo es un argentino que lleva la genuflexión colonial en su cabeza y sus rodillas.
Es fuerte con los débiles y es débil con los fuertes.
Publicado en La Tecl@ Eñe, Diario Registrado, Portal de Radio Cooperativa