Fuimos este miércoles a Comodoro Py para acompañar a Cristina en su "cita" con Bonadío. Estaba jodido estacionar, encima ya teníamos la banderota empapada porque yo me empeñé en sacarla por la ventanilla todo el tramo que hicimos por Corrientes y la lluvia estaba espesa. Encontramos un lugar perfecto para el auto, justo a dos cuadras de la Plaza San Martìn y justo frente a una panadería/confitería ultra top donde podíamos comprar algo para desayunar porque era exageradamente temprano para cualquier alma sensible y habíamos llegado sin tomar ni un café.
Me costó sacar la bandera del auto porque es demasiado grande, casi descomunal...viste cómo son los negros...todo grande compran. "La pagué 40 pesos, flaca, y la amo. Me gusta así, con el palo medio torcido y todo". Cuestión que yo estaba acomodando la bandera y calzándome la mochila mientras él se ajustaba la gorra de Temperley y terminaba de cerrar el auto, cuando veo que desde adentro de la confitería una vieja empieza a hamacar la mirada sobre nosotros en claro signo de desaprobación y le hace un comentario a dos hombres jóvenes y pulcritos que estaban sentados en otra mesa. Crucé la puerta dispuesta a comprar algo de comer y le dije a la mujer: "¿Vio, señora, somos kirchneristas pero comemos en los mismos lugares que ustedes?". La vieja entró a mascullar quejas que no alcancé a entender y me acerqué algo nerviosa a la caja eligiendo cualquier cosa al azar. Agarré un brownie y pregunté cuánto era. El cajero, un lindo ejemplar, me dijo algo que tampoco entendí y le volví a preguntar cuánto era con un poco de miedo de que fuera demasiado caro porque todo era muy pipí cucú ahí dentro, hasta la señora gorda con su cortado en jarrito. "Llevalo, que no es nada, llevalo". Le hice una v de la victoria con los dedos y sonreí fuerte. El lindo ejemplar resultó compañero. Antes de salir le tiré un beso a la señora que sarcástica me dijo: "Pasala bien, linda". "Muy bien la voy a pasar, y vamos a volver". 
Llovía como la puta madre, nos empapamos en el camino, pero nadie se quejaba. Nos reíamos. Necesitábamos este baño renovador. El olor de los patys y los choris incluso bajo la lluvia, incluso a las 8 de la mañana. El derroche peronista de mugre, amor y pueblo que somos. No entiendo cómo ellos, la señora y los pulcritos que ganaron, siguen tan enojados. No entiendo cómo aún cuando nos están ajustando y dañando seguimos siendo los más contentos. Bah...un poco entiendo... somos los más convencidos. El negro me dijo cuando se puso la gorra celeste la frase que dice siempre en cualquier situación al menos una vez al día: "Qué lindo es ser de Temperley, flaca". Yo sólo puedo decir: "Qué lindo es ser kirchnerista, negro".