¿Qué ves cuando me ves?
No vi “Lobo de Wall Street” en el cine. La vi en video. Para quienes no la hayan visto, o para los que no tengan noticia alguna aún del film, me permito contarles que se trata de una peli basada en hechos reales y en un libro escrito por el protagonista central de la historia.
Estamos hablando de Jordan Belfort; un corredor de bolsa de mediados de los 90 que se manda una especie de estafa con la que se llena de dinero. Por supuesto que la trama es más compleja pero la idea es esa.
Jordan es un fiestero. Consume mujeres (prostitutas o no), alcohol y drogas en cantidades industriales y por momentos sus lujuriosos gastos y placeres parecen no tener fin.
La empatía que genera el personaje es innegable. Acá se abre (o abro) un mini debate ¿El buen villano genera empatía o es Di Caprio el que logra esta onda?
Lo que me llamó la atención de la película, y teniendo en cuenta lo careta que suele ser Hollywood con los mensajes morales, es que Belfort, de unos 50 años en la actualidad, con kilos de cocaína en su organismo no queda con ningún síntoma físico negativo. El tipo consume estupefacientes varios, es lujurioso, perverso, promiscuo, infiel y malgastador de dinero. A fin de cuentas, lo único que le termina pasando es que va preso y ahora es “pobre”; teniendo en cuenta que ganó 12 millones de dólares en 3 minutos cuando lanza al mercado las acciones de Steve Madden.
Le peli tiene una muy buena banda de sonido. Eso es lo que me llevó a ver repetidas veces muchas escenas, para volver a escuchar las canciones y apreciar la edición de la misma con las actuaciones y gestos.
Jonah Hill hace mohines maravillosos en casi toda la película, y la escena en la que el personaje que encarna Di Caprio renuncia a un arreglo para no ir preso dando comienzo a un ritual pagano y primate, es lo más tribal que ví desde la rave en la caverna de Sión en Matrix 2.
Son detalles nimios pero que hacen a la peli. Me puse a pensar si hubiera reparado en ellos, en los detalles, con tan solo una mirada en cine. Seguramente no. Seguramente, la opinión del film, por lo menos la mía, hubiese sido más somera y menos específica.
En definitiva; hasta que en el fútbol no se tenga la posibilidad de rever las jugadas polémicas, se deberá aprender a convivir con los yerros arbitrales evitando pensar que tal o cual sanción, tienen que ver con campañas negras, o con la búsqueda del deterioro institucional y futbolístico de los equipos en cuestión.