Suicidal Tendencies: un viaje de vuelta al poder de la adolescencia
El último fin de semana, la banda que rompió todos los amperímetros allá por la década del 80, y sobre todo del 90, tocó en Buenos Aires. Cómo lo vivió este cronista en la piel de un espectador atento.
Día húmedo, feo, estaba esa llovizna molesta que es peor que el diluvio. A la vuelta del Vórterix ya había una fila de hombres de negro contra la pared, como si fuera una requisa, pero en realidad se protegían del agua para beber unos alcoholes antes del show.
Esa era la primera postal del recital de Suicidal Tendencies, bien noventas. Adentro abrieron Rowek y los NUM, que sorprendieron a todos con su sonido grueso, potente, contundente. Se ve que tienen claro lo que quieren hacer y lo llevan a cabo sobre el escenario.
Dejaron sonando una distorsión hasta que se cerró el telón. Se venía Suicidal y se palpaba en el ambiente. La sangre que se vive en el escenario, también se vive abajo. No es un show para tibios, claramente.
Como era de esperarse, se escuchó la pista de 'You can't bring me down' y solito se fue armando el agujero negro mortal en el centro del Teatro Vorterix. Así salieron a escena, con Mike Muir, con su clásica vestimenta y su demencia a flor de piel.
Abajo, el mosh era moneda corriente. El recinto estaba como hacía mucho no lo veía: lleno hasta la puerta de entrada. No cabía un alma, como quien dice.
Arriba, en los VIP, se vieron varias caras conocidas como Leo De Cecco, baterista de Ataque, o Stuka, de Los Violadores, entre otras personalidades del punk y el hardcore nacional.
Todos repetían lo mismo: "Volvimos a los 90", y parecen no estar tan errados a raíz de la situación que vivimos como país. Pero separemos política de música, realmente, se sentía bien volver a esa etapa de rebeldía, de adolescencia, de descontrol.
Es que, cuando uno ve a una banda como S.T. que se planta delante del escenario, que corren por todo el set, que suben gente del pogo, que son prácticamente parte del público, uno logra entender muchas cosas.
En aquella época no existían las herramientas de hoy. Por éstos tiempos, una banda puede darse a conocer a través de Internet, de videos, de cualquier tipo de interacción con la gente. En aquel entonces, era la banda y el público, nada más. Y eso se nota, y es hermoso. Salir un poco de las comodidades actuales para sacar nuestro costado más animal.
Sin ir más lejos, sucedió sobre el escenario, cuando la banda hizo subir a varios jóvenes a 'poguear' al lado de ellos. Eso es una banda con determinación, sin miedos, sin tabúes al momento de mirar a los ojos a la gente.
No puedo terminar la nota sin dejar de destacar la presencia de un baterista histórico del metal si los hay: Dave Lombardo. Una verdadera máquina, un motor para Suicidal, como lo fue para Slayer tantos años, o para Testament, incluso con Judas. El tipo tocaba como en el patio de su casa, temas que implican un nivel de exigencia máximo. Aunque, sobre el final del show, cuando fuimos a saludarlo, se notaba ese cansancio.
Terminamos todo el Teatro Vórterix al grito de "S.T." con el estribillo de 'Pledge Your Allegiance', con mucho alcohol encima, y mucha energía que no se ve por estos días. Los problemas de espalda de Muir hacen que cada show sea una joya, que no sabemos si se repetirá. Cada show es un lugar guardado en el corazón, esperando volver a verlos pronto.
Foto home por Fabricio Obljubek Fotografia