Iron Maiden: la noche en que el diablo calentó el cemento de Buenos Aires
Parecía que el verano había terminado: el frío se había adueñado de las calles, el otoño parecía inevitable, ineludible. Pero el martes, que por dos días no fue trece, un calor iracundo sacudió a toda la ciudad cual turbina candente, para una cita con el 666 en el estadio de Vélez. ¿Te animás a entrar?
¿Bermudas o los viejos chupines gastados? Gran pregunta a las 17, antes de partir para el José Amalfitani. Bermuda: hacía un sorpresivo calor y no quería que el pantalón y yo nos convirtiéramos en uno por siempre. Remera de Jack Daniel's sin mangas, kit recitalero listo, 'Speed of Light' al palo para ir calentando motores en una solitaria y hermosa misa previa al show.
Luego de un tentempié en el kiosco de la esquina -ese que siempre está abierto- entramos a alrededor de las 20, cuando recién había empezado Anthrax. El campo ya estaba a la mitad, las plateas se iban colmando, pero todavía faltaba entrar mucha gente: recordemos que se trató de un día de semana, por lo que muchos llegan a último momento.
Me senté en la 'popu'. Me encanta tomar por asalto las tribunas ajenas. Echando humos, sentado, tranquilo, mientras Anthrax desplegada todo su trash metal sobre el escenario. La banda dejó el lugar 45 minutos después y yo, que leí las coberturas del resto de los shows de la gira, sabía que Maiden iba a ser puntual (entre las 21 y 21:15) y así fue.
Encontré una ubicación casi perfecta, y el casi es solo por dejarle un margen de error. Detrás de la torre de sonido principal había una valla que cubría a esa y dos torres laterales más. Pero no todos veían un 'pasillo' que quedaba entre la valla y el mangrullo, que te dirigía al seno del estadio, justo delante de donde estaba ubicado el centro de monitoreo. Allí vi cuando se apagaron las luces, el calor aumentaba, las pantallas se prendieron, había llegado el momento.
Sú número es el 666
En los reflectores laterales comenzó a rodar el video introductorio que utilizaron durante toda la gira 'The Book of Souls'. Como cada disco/tour de Maiden, éste no es la excepción y tiene una historia, una gráfica especial, un diseño orientado generalmente en alguna era geológica, en algún tiempo o lugar lejano. En este caso, las viejas civilizaciones con bases en América, sobre todo.
Despega el avión Ed Force One y Bruce Dickinson aparece sobre una olla que despedía humo blanco, cantando las primeras estrofas de 'If eternity should fail'. El cantante estaba vestido más como un explorador que como un vocalista de heavy metal, algo que me causó mucha risa, y más recordándolo con los pantalones de cuero más apretados que vi en mi vida (incluso más que los de la 'Mona' Giménez). Como sea, pantalón beige y buzo negro para el cantante. El resto de la banda, igual que hace 30 años.
Así abría Maiden con los dos primeros temas del nuevo disco. Por ende, le siguió 'Speed of light'. En el estadio, desde que llegué, pude ver a muchas familias, muchos chicos acompañados de sus padres, muchos iniciándose en esto del heavy metal: eso marca la cantidad de generaciones que abarca esta banda.
Algunos pequeños disfrazados de metaleros me hacían reír, otros comentarios me hacían llorar: un nene tiró "La Beriso es rock", y yo quería acallarlo para que no sea linchado por los hombres de negro y pelo largo. Como sea, lo importante estaba sobre el escenario.
Luego del arranque Dickinson gritó que habían más de 40 mil personas presentes en el estadio de Vélez y habló de lo que le pasó a la aeronave al otro lado de la cordillera: "Tuvimos un pequeño problema en Chile (obviamente, chiflidos). Pero tenemos el mejor equipo del mundo, esta gente no durmió en tres días para hacer este show", dijo sobre el accidente que sufrió el avión en el aeropuerto de Santiago.
Un momento particular fue el del cántico de cumpleaños al bajista Steve Harris por parte de todo Vélez. Al bajista se lo vio emocionado al momento en que el público coreaba su 'cumple', y la propia banda lo publicó en sus redes sociales.
Como sea, fue el turno de los temas viejos que se iban mechando a los del último disco. 'Children of the damned' fue el primero, aunque no es de los más taquilleros, pero sirvió para que Nicko McBrain termine el tema con un palillo de batería en la boca y dándole piñas al gong que tiene detrás.
Quiero resaltar también a 'Tears of a clown', otro tema del disco nuevo dedicado al actor fallecido Robin Williams y así lo manifestó Dickinson en vivo comentando la "tristeza" que le causó su partida. Luego vino otro tema larguísimo de este nuevo trabajo, 'The red and the black', y ya estábamos impacientes por un clásico. ¿Sabés qué? Nos dieron el gusto. Vino 'The Trooper'.
15 años después...
Y acá me quiero detener. Todos sabemos que en este tema Dickinson pela la bandera británica, lo hace siempre y lo hizo siempre en todo el mundo. Pero ahí fue cuando marqué un paralelismo, una gran diferencia con el primer recital de Maiden que vi hace 15 años, allá por 2001. ¡Qué diferente! En aquel entonces tocaban Horcas y O'Connor de soporte, había olor a vino tinto, metaleros desmayados por doquier, vallas que temblaban como una hoja, y muchos cueros a los que no te podías ni acercar.
Incluso, cuando llegaba ese preciso momento, un silbido general bajaba del mismo estadio que estaba pisando 15 años después: "Bajá la bandera Dickinson", "Fuira piratas", "Todo bien con Maiden pero ¡sacá esa bandera ya!", era lo que se escuchaba en mi adolescencia. Pero ahora, nada. Quedé como el único loco gritando: "Aguante Maiden, pero, ¡bajá la bandera!". Los más chicos me miraban, los más grandes me ignoraban... no me importó. A Dickinson parece que sí, ya que luego del tema habló de los imperios que "caen" y de la importancia de "ser amigos y dejar viejas estupideces de lado".
El show siguió con otro clásico 'Powerslave', con más del nuevo disco que quizá no eran tan coreadas, 'Hallowed by the name' también se hizo presente, hasta que llegaron los míticos acordes de 'Fear of the dark', el coro y todo lo que conocemos los fanáticos de Maiden. Nos hacía falta, ya que tocaron muchos temas viejos pero que son de los más 'tranquis' si se quiere, necesitábamos poder.
Y si de poder hablamos, después de 'Fear' llegó el tema homónimo de la banda, 'Iron Maiden', abanderado de su primer disco. Luego de esta seguidilla la banda se fue del escenario, pero yo tenía la lista y sabía que faltaban tres más que coronarían una noche espléndida: 'The number of the beast', 'Blood brothers' y el increíble 'Waster years'.
Harris volvió a salir con la 'casaca' argentina y ahí me olvidé lo de la bandera, además, como dijo Bruce Dickinson que había empezado vestido como un niño explorador y terminó en musculosa y todo transpirado: "hoy somos todos hermanos de sangre". Un pogo parejo (ya que es un tema perfecto para saltar a tiempo) se generó en el final con Wasted Years en una noche redondita, completa, caliente, diabólicamente hermosa.
Apretado, entre las 40 mil almas que deambulaban hacia la salida, escuchaba todo tipo de comentarios. No podía con mi genio de curioso, y me reía de los 'técnicos' de la música, o sea, los músicos opinando del show: "La verdad que Nicko se la bancó", "Dickinson maneja la respiración y la modulación de la voz". Me reía, pensaba, son todos road managers.
Al final no pude evitar comprar el póster de la fecha, quería el recuerdo: no sé por cuántos años más los podremos disfrutar, son gente grande. Como todos, sufrí la obvia maldición de comprar apurado a 20 pesos, el que más adelante estaba 10. No importa, yo me fui contento igual, solo, y tarareando bajito el estribillo de 'Blood brothers'.