No importaba la banda, no importaba el cantante, no importaba el escenario, no importaban los temas, no importaba nada. El bajista estaba en su mundo y dando un show en el estadio más grande del planeta.

Sorprendiendo a todos con un bajo satánico de seis cuerdas para tocar temas de Creedence (?), el hombre se puso el equipo al hombro y se comió el escenario.

Después dicen que los bajistas son aburridos. Mirá a éste que la rompe...