Ocurrió en el penal Colina II, en las afueras del Santiago, donde un preso se tomó el trabajo de seguir una estricta dieta para poder meterse en el interior de un sillón fabricado dentro del establecimiento y así poder escapar.


En el traslado del sillón a la calle, que tuvo que pasar a través de tres anillos de seguridad, nadie notó que en el interior del mueble había un hombre escondido, del que nadie supo nada más hasta este pasado fin de semana, cuando las autoridades argentinas de la sureña provincia de Neuquén entregaron a Alexis Viveros Otárola, así se llama, a la Policía chilena en la frontera, a unos 600 kilómetros de Santiago, en la región de La Araucanía.


Viveros viajó al sur de Chile y, según las fuentes, hace unos días cruzó a pie por un paso no controlado, la cordillera de Los Andes, donde fue sorprendido por una tormenta de nieve. Pese a que se caracterizó como un gaucho argentino, con un poncho de lana con capucha, bombachas y zapatones estilo leñador para no levantar sospechas, su extremo cansancio y una hipotermia que le sobrevino después de una penosa caminata llamaron la atención de la Policía.


Sin ningún documento de identidad y con apenas 20 pesos argentinos, Viveros dijo a los agentes que en la cárcel, durante un largo tiempo, se alimentó sólo con un vaso de leche al día para adelgazar y acomodarse en el sillón que él mismo había preparado para fugarse.


"El prófugo quería asentarse en Argentina con su familia y comenzar una nueva vida; sabía que no podría regresar a Chile", dijo el comisario Pincheira. El joven fue condenado en 2011 a quince años de cárcel por un delito de robo con violencia y tres robos con intimidación y ahora se agregará una nueva pena, por quebrantamiento de condena.