La historia se remoneta a principios de 1945, cuando el submarino alemán U-864 partió para Japón pero fue atacado por otro submarino, el británico HMS Venturer. En ese episodio, todos los tripulantes murieron. Fue la primera vez que un submarino hundía a otro mientras ambos estaban bajo el agua.

Sin embargo, en la nave no había sólo gente, también llevaba mercurio, plomo, acero y otros materiales de guerra muy peligrosos para el medio ambiente. De hecho, los documentos de la época indican que su carga incluía entre 65 y 70 toneladas de mercurio almacenado en recipientes de acero.

Desde entonces, el U-864 ha permanecido a casi 150 metros bajo la superficie, a poco más de tres kilómetros de Fedje, una isla noruega de 600 personas.

Las autoridades de Noruega analizaron dos opciones: sacar los restos del naufragio o enterrarlo. Sin embargo, tras una análisis de riesgo optaron por enterrar al submarino para sellarlo. La decisión no fue bien recibida por grupos ambientalistas que temen que aún así las filtraciones continúen y se filtren 60 toneladas de las sustancias en las próximas décadas.

Según los ambientalistas, incluso en cantidades bajas, el mercurio representa un peligro para las personas que comen pescado contaminado. En este sentido, no han dudado en llamar al submarino como un “Chernobyl acuático”, en referencia al accidente nuclear sucedido en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin el sábado 26 de abril de 1986.

Es por eso que los activistas querían que el submarino fuera llevado a tierra. No obstante, las autoridades aseguraron que esa medida emasiada arriesgada ya que los botes podrían romperse en el traslado. Enterrar al submarino costará unos US$ 32 millones, comenzará el próximo año y finalizará en 2020.