A partir de este fin de semana las trabajadoras alemanas podrán conocer el sueldo de sus compañeros varones que realicen el mismo trabajo en aplicación y exigir- en caso de ser necesario, incluso a la inversa - recibir el mismo sueldo.

Se trata de una ley de transparencia e igualdad aprobada el pasado marzo por el Parlamento alemán con el objetivo de reducir la brecha salarial.

Denominada "ley para el fomento de la transparencia en las estructuras salariales", el grueso de la norma entró en vigor el pasado julio, pero su principal herramienta se aplicará desde este sábado. Es el derecho de los empleados, tanto hombre como mujeres, a pedir información sobre el sueldo que perciben sus colegas del sexo opuesto que realizan el mismo trabajo o actividades similares.

"Es una cuestión de justicia que en nuestra sociedad y en nuestro mundo laboral exista paridad entre hombres y mujeres", subrayó al ser aprobada la ley la entonces ministra de Familia, la socialdemócrata Manuela Schwesig.

Las empresas con más de 200 trabajadores deberán facilitar a la persona que lo solicite información sobre el sueldo de otros empleados, aunque sin revelar salarios concretos, sino únicamente la mensualidad media bruta de al menos cinco colegas del sexo opuesto con el mismo tipo de trabajo.

Según el Ministerio, en Alemania los hombres cobran de media un 21% más que las mujeres; incluso en el caso de personas con cualificaciones formales y un perfil idéntico, la diferencia salarial sigue siendo del 6 %.

La ley alemana comenzará a aplicarse cinco días después de la entrada en vigor de una pionera norma aprobada por el Parlamento islandés en junio que obliga a las compañías o instituciones con al menos 25 empleados a demostrar que pagan idéntico salario a hombres y mujeres que realizan los mismos trabajos.

En nuestro país la brecha salarial de género promedia el el 27,2%. "Uno de los mecanismos de la discriminación de ingresos es que las mujeres están mucho más formadas que los hombres para ocupar el mismo puesto", señaló la economista Corina Rodríguez Enríquez

(EFE)