El anteúltimo
Murió el anteúltimo de los grandes del siglo XX. Honró la vida con la misma tenacidad con la que postergó su muerte. Ésta se vengó con todas las limitaciones y degradaciones con que la vejez avanzada acosa a los seres humanos con indiferencia de su magnitud histórica.
A su velatorio llegan las condolencias y las adjetivaciones edulcoradas incluso la de EE.UU, que lo consideraron subversivo hasta el 2008. Empieza el proceso de colocarle un traje de bronce y de adulterar la verdadera historia. La que es preciso ocultar para contrastar su figura con países que han decidido solucionar sus problemas del pasado de manera diferente. La grandeza política y moral de Mahatma Ghandi, Martín Luther King y Nelson Mandela, es haber encontrado la estrategia y sus respectivas tácticas, adecuadas a las características de sus pueblos.
Propulsores de la no violencia que le costó la vida a los dos primeros en mano de sus asesinos, pretenden ocultar que Mandela purgó con 27 años de cárcel haber encabezado el grupo armado de su partido el CNA, el Congreso Nacional Africano. Es decir que no fue un pacifista abstracto sino que se enamoró de los instrumentos para conseguir sus objetivos.
Es interesante internarse en sus Memorias que llevan el título de “El largo camino hacia la libertad”, para conocer la estatura del anteúltimo referente fundamental del siglo pasado. Ahí cuenta la preparación de su alegato en el juicio en el que se salvó de la horca junto a otros compañeros que finalmente fueron condenados a prisión perpetua: “La acusación consideraba que once de nosotros éramos culpables de complicidad en actos de sabotaje cuyo objetivo era dar paso a una revolución violenta y, finalmente, a una invasión armada del país. El estado afirmaba que formábamos parte de una conspiración para derribar al gobierno…. La pena máxima aplicable era muerte en la horca. …Se nos preguntó entonces como nos declarábamos. Habíamos acordado no atenernos a la fórmula tradicional, sino aprovechar el momento para mostrar nuestro desprecio hacia el proceso:
- Acusado número uno, Nelson Mandela, ¿se declara culpable o inocente?
- Señoría, no soy yo sino el gobierno quien debería estar en el estrado. Me declaro inocente- contesté puesto de pie.
- Acusado número dos, Walter Sisulu, ¿se declara culpable o inocente?
- El gobierno es el responsable de lo que ha pasado en este país. Me declaro inocente- respondió Sisulu”
“La presentación del caso por parte del estado continuó durante la navidad de 1963 y terminó el 29 de febrero de 1964…. Pasé alrededor de quince días redactando el borrador de mi declaración (alegato)…. Un respetado asesor legal, Hall Hamson lo revisó. “Si Mandela lee esto ante el tribunal le sacarán directamente al patio trasero del edificio y lo colgarán”….Winnie (su mujer) había asistido al juicio con mi madre y les hice un gesto con la cabeza cuando entramos en el tribunal, que una vez más estaba de bote en bote.”
El alegato entre otras muchas consideraciones expresó: “Soy licenciado y he ejercido como abogado en Johannesburgo durante varios años, en asociación con el señor Oliver Tambo ……De entrada quiero decir que la sugerencia realizada por parte del estado de que la lucha en Sudáfrica se encuentra bajo la influencia de extranjeros o comunistas es totalmente incorrecta. Lo que quiera que haya hecho, como individuo o como líder de mi pueblo, ha sido el resultado de mis experiencias personales en este país y de mis antecedentes africanos, de lo que me siento profundamente orgulloso, y no obedece a lo que pueda haber dicho ninguna persona del exterior……Algunas de las cosas que se han dicho ante este tribunal son ciertas y otras no lo son. Con todo, no niego haber planeado actos de sabotaje. No lo hice porque tenga un espíritu temerario, ni tampoco porque ame a la violencia.Los planeé como resultado de una evaluación metódica y serena de la situación política surgida como resultado de muchos años de tiranía y opresión a los que se ha visto sometido mi pueblo…..Hice especial hincapié en nuestro empeño de no atentar contra la vida humana. Nosotros, los miembros del CNA, siempre hemos defendido una democracia no racista, y hemos rehuido toda medida que pudiera separar aún más de lo que ya están a las diferentes razas. Pero el hecho es que cincuenta años de pacifismo sólo han conseguido para el pueblo africano una legislación aún más represiva y una reducción cada vez mayor de sus derechos………El sabotaje, dije, representaba la mejor opción de cara a las futuras relaciones entre las distintas razas. Las reacciones de los gobernantes blancos ante nuestros primeros esfuerzos fueron fulminantes y brutales: el sabotaje se convirtió en un crimen penado con la muerte. Aunque no deseamos la guerra civil, necesitamos estar preparados para ella.”
En un momento de su extenso alegato define ideológicamente al CNA: “El fundamento ideológico del CNA es, y siempre lo ha sido, el credo del nacionalismo africano. No el expresado en el grito “¡ Echad al hombre blanco al mar!” El nacionalismo que defiende el CNA es el de la libertad y la realización del pueblo africano en su propia tierra. El documento político más importante jamás propugnado por el CNA es la Constitución por la Libertad, que no es ni remotamente un proyecto para la instauración de un sistema socialista. El CNA no ha defendido en ningún momento de su historia un cambio revolucionario en la estructura política del país, ni tampoco, si la memoria me es fiel, ha condenado jamás la sociedad capitalista……Dije ante el tribunal que no era comunista y que siempre me había considerado un patriota africano. No negué que me sentía atraído por la idea de una sociedad sin clases, o que había sido influenciado por el pensamiento marxista. Eso era cierto, también, en el caso de muchos líderes de los países recientemente independizados de África, que aceptaban la necesidad de alguna forma de socialismo que permitiera a su pueblo ponerse a la altura de las naciones avanzadas de Occidente….En el campo de la educación, la salud, los ingresos, en todos los aspectos de la vida, los negros rozaban el nivel de subsistencia, mientras que los blancos disfrutaban los niveles más altos del mundo. Los blancos afirman que los negros de Sudáfrica viven mejor que los africanos del resto del continente. Nuestra queja, no era que fuéramos pobres en comparación con los pueblos del resto del continente, sino que éramos pobres en comparación con los blancos de nuestro país, y que la legislación nos impedía corregir ese desequilibrio……Sé que a los blancos del país éste le parecerá un discurso revolucionario, ya que, al cumplirse nuestras aspiraciones, la mayoría de los votantes sería africana. Eso es lo que hace que el hombre blanco tema la democracia. ….Es por esto por lo que combate el CNA. Su lucha es, en verdad, una lucha nacional. Es la lucha del pueblo africano, impulsado por su sufrimiento y sus experiencias. Es una lucha por el derecho a la vida. ……He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas convivan juntas en armonía y en igualdad de oportunidades. Es el ideal por el que espero vivir y aspiro a alcanzar. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.”
Finalmente el juez los condenó a Mandela y sus compañeros a prisión perpetua
LA VIDA DE UN LUCHADOR
Integrante de una familia de 13 hijos, estudió derecho en la Universidad de Fort Hare, la única en la que podían estudiar los negros. El 1944 se incorporó a la rama juvenil del CNA. En 1951, Mandela fue el primer abogado negro de Johannesburgo, tres años después de la sanción de las leyes del apartheid que establecía la supremacía de los blancos como especie superior. ( Al autor de esta nota le produce un profundo rechazo la expresión raza) Se dividía a la población sudafricana en cuatro grupos: los blancos que eran el 20%, los negros un 67% y dos minorías: los mestizos (10%) y los indios (3%). Se crearon guetos territoriales para los que no eran blancos donde el 80% de la población tenía que hacinarse en el 13% del territorio. El escritor uruguayo Eduardo Galeano definió el apartheid como: “Sistema original de África del Sur, destinado a evitar que los negros invadan su propio país. El Nuevo Orden lo aplica democráticamente contra todos los pobres del mundo, sea cual fuere su color.”
De su primer trabajo en el estudio Witkin, Sidelsky y Eidelman, escribe Mandela: “ Los socios eran judíos y, en mi experiencia , estos suelen tener una mentalidad más abierta que la mayor parte de los blancos en cuestiones relacionadas con la raza y la política, tal vez porque ellos mismos han sido históricamente víctimas de los prejuicios. El hecho de que Lazar Sidelsky, uno de los socios de la firma, aceptara a un joven africano como pasante – algo casi increíble en aquellos días- es muestra del liberalismo del que hablo.”
En el mismo año 1951 fue nombrado vicepresidente nacional del CNA. Propuso la desobediencia civil contra las leyes segregacionistas y estableció una alianza con el partido comunista sudafricano.
La masacre de Sharperville en marzo de 1960, con el asesinato de 69 sudafricanos negros llevó a Mandela a cambiar de táctica y al régimen blanco a prohibir al CNA. Funda entonces el MK, que preconizó la lucha armada. Se realizaron múltiples actos de sabotaje y una huelga general.
Su vida clandestina concluyó el 5 de agosto de 1962 cuando fue detenido. El 9 de octubre de 1963 se inició el juicio de Rivonia, donde Mandela pronunció el famoso alegato que mencioné al principio de la presente nota.
DE LA CÁRCEL AL GOBIERNO
Sus primeros 18 años en la cárcel de Robben Island, una especie de Alcatraz Sudafricana, con el número 46664, fueron durísimos. Sólo podía recibir dos cartas y dos visitas al año. Su celda medía de 2,5 por 2 metros. Los trabajos forzados quebrantaron su salud y contrajo tuberculosis. Su calvario se convirtió en emblema mundial. La Asamblea General de Naciones Unidas pidió en 1971 la liberación de Mandela y calificó al régimen sudafricano del apartheid de crimen contra la humanidad. En 1982 es trasladado a la cárcel de Polismoor. Tres años más tarde el presidente Botha le propuso la libertad a cambio de su renuncia a la lucha armada. Mandela no aceptó y propuso una consigna revolucionaria para demoler un régimen racista y proscriptivo: “un hombre, un voto.”
Las acciones guerrilleras se multiplicaron. El gobierno sudafricano respondió con escuadrones de la muerte. Mandela ya era un símbolo mundial. En 1988 se realizó un concierto en Wembley por su cumpleaños número 70, el que fue televisado y visto por una parte importante del planeta. La derrota del ejército sudafricano en Angola, el progresivo aislamiento internacional y la creciente resistencia interna llevó al presidente De Klerk a buscar un acuerdo con Mandela. Intentaron sobornarlos de diferentes formas pero Madiva, como le decían cariñosamente en su tribu, rechazó toda posibilidad de traicionar a sus compañeros y a la causa. A su vez tuvo que enfrentar las dudas y críticas de los sectores más duros de su movimiento por negociar con el régimen odiado. Por esa estrecha cornisa Mandela se manejó con la estatura de un estadista. Tras 27 años privados de libertad, fue liberado el 11 de febrero de 1990. Cuatro meses después se derogaron las leyes segregacionistas.
Las elecciones, en la que primera vez votaron los negros, constituyó un acontecimiento notable que consagró a Mandela presidente con el 66% de los votos.
En la mañana de ese día memorable le llevó flores a la tumba de su amigo del alma, el militante revolucionario Oliver Tambo.
Su discurso de asunción merece leerse en sus párrafos más significativos: ““No nací con hambre de libertad, nací libre en todos los aspectos que me era dado conocer. Listo para correr por los campos cerca de la choza de mi madre, libre para nadar en el arroyo transparente que atravesaba mi aldea ……Mientras obedeciera a mi padre y respetara las costumbres de mi tribu, ni las leyes de Dios ni la del hombre me afectaban. Sólo cuando empecé a comprender que mi libertad infantil era una ilusión, cuando descubrí, siendo aún joven, que mi libertad ya me había sido arrebatada, fue cuando empecé a añorarla. Al principio, cuando era un estudiante, sólo buscaba mi propia libertad, la libertad pasajera de poder pasar la noche fuera, leer lo que quisiera e ir donde me apeteciera. Posteriormente, ya como un hombre joven en Johannesburgo, empecé a añorar otras libertades básicas y honorables: la de realizarme, ganarme la vida, casarme y crear una familia, la libertad de no tener obstáculos para vivir mi vida respetando la ley. Pero poco a poco fui comprendiendo que no sólo no era libre, sino que tampoco mis hermanos y hermanas. Vi que no sólo mi libertad la que estaba en juego, sino la de aquél que se pareciera a mí. Fue cuando me uní al Congreso Nacional Africano, cuando el ansia por la propia libertad se transformó en otra más grandiosa, que buscaba la libertad para mi pueblo. Fue el deseo de lograr la libertad para que mi pueblo pudiera vivir con dignidad y respeto hacia sí mismo lo que movió mi vida, lo que transformó a un hombre joven y asustado en un hombre audaz. Eso fue lo que convirtió a un abogado respetuoso con la ley en un delincuente, a un marido amante de la familia en un hombre sin hogar, lo que obligó a un hombre que amaba la vida a vivir como un monje. No soy más virtuoso o sacrificado que cualquier otro, pero descubrí que ni siquiera podía disfrutar de las escasas restringidas libertades que se me concedían mientras mi pueblo no fuera libre. La libertad es indivisible. Las cadenas que tenía que soportar cualquier miembro de mi pueblo eran las mismas que nos ataban a todos. Las cadenas que ataban a mi pueblo eran las cadenas que me ataban a mí……Cuando salí de la cárcel esa era mi misión: liberar tanto al oprimido como al opresor. Hay quien dice que ese objetivo ya ha sido alcanzado, pero sé que no es así. Sólo hemos logrado el derecho a no ser oprimidos. No hemos dado el último paso, sino el primero de un camino aún más largo y difícil. Ser libres no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás…..He recorrido un largo camino hacia la libertad. He intentado no titubear. He dado pasos en falsos en mi recorrido, pero he descubierto el gran secreto. Tras subir una colina, uno descubre que hay muchas más columnas detrás. Me he concedido aquí un momento de reposo, para lanzar una mirada hacia el glorioso panorama que me rodea, para volver la vista atrás hacia el trecho que he recorrido. Pero sólo puedo descansar un instante, ya que la libertad trae consigo responsabilidades y no me atrevo a quedarme rezagado. Mi largo camino aún no ha terminado”
ENCANTADOR DE SERPIENTES
Nelson Mandela fue un político de una seducción prodigiosa. Su carcelero, sus enemigos, sus adversarios terminaron admirados de un protagonista de dimensión histórica. Cuenta su biógrafo John Carlín en su libro “El factor humano”: “En primer lugar el genio político de Mandela. La política, reducida a sus elementos esenciales, es persuasión, ganarse a la gente…..Después de hacerlo con su propia gente – ya suficiente proeza, porque era gente muy diversa, formada por todo tipo de creencias, colores y tribus- se propuso ganarse al enemigo. Cómo lo hizo, cómo consiguió ganarse a personas que habían aplaudido su encarcelamiento, que habían querido verle muerto, que habían planeado declararle la guerra…(es la maravilla de su vida).
…..Mandela había sentido la mayor parte de su vida una clara antipatía hacia el rugby, pero se había propuesto hablar el lenguaje del enemigo. Era un deporte blanco y, en especial, el deporte de los afrikáners, la tribu blanca dominante en el país, la raza superior del apartheid. Los negros habían considerado a los Sprinboks, durante muchos años, como un símbolo de la opresión del apartheid, tan repugnante como el viejo himno nacional y la vieja bandera de los blancos.” A pesar de todo ello, Mandela vio en el Mundial de Rugby de 1995 un medio para mejorar la integración del país y logró persuadir a los blancos y apaciguar la ira de los negros. Al respecto escribió “La camiseta verde de los Springboks, que seguía siendo un poderoso símbolo del apartheid para los negros y, en la mente de los blancos, estaba inevitablemente asociada a los otros dos símbolos a los que se refería el CNA, al fijar sus condiciones: la vieja bandera sudafricana, que seguía siendo la bandera oficial, y el viejo himno Die Sterm que seguía siendo el himno nacional.” Esas condiciones fueron violadas por los organizadores blancos. Mandela declaró: “Yo entendía la ira y la hostilidad de los negros, porque habían crecido en una atmósfera en la que el deporte era un brazo del apartheid, en la que apoyábamos a los equipos extranjeros cuando jugaban con Sudáfrica. Ahora, de pronto, yo había salido de la cárcel para decirle que debíamos apoyar a esa gente.”
Se colocó la camiseta número 5 del capitán del equipo y jugador símbolo del país Francois Pienaar.
El Mundial resultó finalmente un éxito. El excelente periodista Ezequiel Fernández Moores especializado en deporte escribió: “Hay quienes afirman que fue aquella alegría de negros y blancos celebrando el triunfo del Mundial lo que salvó a Sudáfrica de una guerra civil que parecía inminente. Pero también ese mismo año de 1995, Mandela creó la Comisión de Verdad y Reconciliación. Sirvió de catarsis colectiva para que miles de víctimas tuvieran por primera vez dónde contar el horror. Como Lukas Sikwepere, ciego tras un balazo y torturas. "Siento que lo que me ha hecho sentir enfermo todo este tiempo -dijo a la Comisión- es no haber podido contar mi historia. Pero ahora que he venido aquí y he contado mi historia, siento como si hubiera recuperado mi vista". Los documentos exhiben otros numerosos testimonios igual de desgarradores. Se esclarecieron cientos de injusticias. Pero la mayoría de los victimarios no pidió perdón ni fue preso. Fue acaso una experiencia "única e irrepetible", como me dijo un testigo del proceso, que sirvió a Sudáfrica para ganar la democracia en paz, pero difícil de ser considerada un modelo universal, como dicen hoy muchos. Mandela, en rigor, pidió a su gente que tuviera la misma generosidad que tuvo él para perdonar. Los pocos que confesaron crímenes fueron casi todos amnistiados. Algunos críticos dijeron que, al menos, debería haberse exigido a cambio una redistribución que atenuara tanta desigualdad. Y que acaso hubiera servido para mitigar la situación social en Sudáfrica, uno de los países hoy con mayores estadísticas de violencia (una media de 43 asesinatos por día). Los que ayer eran protegidos por el apartheid exigen ahora garantías democráticas. Tal vez jamás leyeron las cuarenta páginas finales de recomendaciones elevadas por la Comisión: que se "acelere el cierre de la brecha intolerable entre los más y menos favorecidos" y que "los beneficiarios de las políticas del apartheid contribuyan para la superación de la pobreza" porque "la reconciliación sin justicia económica -dice el texto- resulta mezquina y falsa". Sudáfrica creció, dicen todos los especialistas, pero un blanco gana seis veces más que un negro. Y la desocupación es de uno cada tres negros y de uno cada veinte blancos. Todos, eso sí, celebraron juntos y sin prejuicios el Mundial de Rugby.”
Cuando camino a las elecciones fue asesinado el líder negro Hani, para crear un clima que impidiera las mismas, Mandela tuvo que convencer a su gente que había que mantener la calma. Al respecto escribe Carlín: “Hani era junto a Mandela, el mayor héroe de la Sudáfrica negra. Si Mandela no hubiera existido, o si hubiera muerto en prisión, Hani habría sido el líder de la Sudáfrica negra por aclamación.”
Dos anécdotas para completar su imagen: “En los primeros tiempos de su presidencia, un chico judío de trece años se presentó en la casa de Mandela y entregó al policía de guardia en la puerta una invitación para su bar mitzvah. Los padres se quedaron asombrados al recibir una llamada telefónica del propio Mandela, unos días después, para que le dijeran cómo llegar a su casa…..
Siempre se levantaba a las 4,30 de la mañana….Las personas encargadas de limpiarle la habitación en todo el mundo se quedaban estupefactas al ver que el dignatario les había hecho la mitad del trabajo. Sobre todo, la señora a la que le tocó limpiar su suite del hotel en que se alojó durante una visita a Shanghái. Le trastornaron las individualistas costumbres de Mandela. Cuando los ayudantes de éste le contaron que la camarera se había quedado molesta, él la invitó a su habitación, le pidió disculpas y le explicó que hacer la cama era como limpiarse los dientes, era algo que no había evitado hacer.”
En el camino a la presidencia tuvo que divorciarse de su segunda esposa, de la que se separó por adúltera, pero políticamente porque fue juzgada por instigación de torturas y asesinatos perpetrados por sus guardaespaldas.
Su tercera esposa, que lo acompañó hasta la muerte fue la viuda del presidente de Mozambique.
“NEGRO DE MIERDA”
Muchos de los que hubieron denostado a Mandela en nuestro país, lo toman hoy como un referente a seguir. Alguien que fue un guerrillero, hizo una larga alianza con el Partido Comunista, admirador de Mao y el Che, propagandista de la Revolución Argelina donde recibió instrucción militar durante el gobierno de Ben Bella, que se abrazó con Gadaffi en Libia, que admiraba a la Revolución Cubana, recibiría de los que abominan de los cabecitas negras la misma calificación que le destinan a éstos: negro de mierda.
Que los discriminadores de nuestro país, fundamentalmente con los cabecitas negras y los inmigrantes de los países limítrofes, tienen una especie de hilo de Ariadna con los racistas sudafricanos lo revela ésta anécdota que contó Miguel Brascó en su visita a Johannesburgo en los 60, citado por el periodista Luis Bruschtein: “El problema es que aquí no votan los negros”, le dijo a un sudafricano blanco. “Tengo entendido que en su país tampoco”, le respondió el sudafricano un poco molesto. Se refería a que el peronismo estuvo proscripto durante 18 años.
La misma hipocresía, tradicional en las relaciones diplomáticas, lleva a que hoy EE.UU en la persona de Obama exprese su dolor, sin la menor mención al apoyo de su país durante décadas al régimen criminal de Pretoria. Lo mismo hace la Inglaterra de Cameron, que con el mismo énfasis que hoy lamenta la muerte de Madiva, elogió a Margaret Thatcher que admiraba al régimen segregacionista. Lo mismo hace Francia, que fue uno de los principales proveedores de armas del gobierno blanco. La dictadura establishment-militar fue aliada del nefasto gobierno del apartheid: en 1982 el seleccionado de los Pumas, para burlar el boicot a la Sudáfrica racista, se presentó escondido bajo la denominación de Sudamérica XV. Fue luego el refugio de esbirros de la ESMA, como Alfredo Astiz y uno de los directores, Rubén Jacinto Chamorro y su pareja la Coca Bazán, una ex prisionera del campo de concentración que regenteaba.
También Israel apoyó al régimen criminal. Escribió el periodista Luis Bruschtein en Página 12, bajo el título de “El subversivo”: “Paradójicamente, mientras el gobierno de Israel apoyaba al gobierno racista blanco y le vendía armas, varios judíos sudafricanos, entre ellos Denis Goldberg, Lionel Berstein y Harold Wolpe, lucharon con Mandela en Lanza de la Nación (el grupo armado del CNA).”
En cambio Cuba que envió sus mejores tropas, fue decisiva para terminar con el régimen. Escribió al respecto Mandela: “La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó un triunfo para toda África…dio la posibilidad a Angola de disfrutar la paz y consolidar su propia soberanía y a Namibia alcanzar la independencia…….La decisiva derrota alteró la relación de fuerzas en la región y redujo considerablemente la capacidad del régimen de Pretoria para desestabilizar a sus vecinos. Este hecho conjuntamente con la lucha de nuestro pueblo dentro del país, fue crucial para hacer entender a Pretoria que tenía que sentarse en la mesa de negociaciones”
EL ANTEÚLTIMO
Murió Mandela, el anteúltimo de los grandes referentes del siglo XX. Sólo lo sobrevive Fidel Castro. Sudáfrica está lejos aún de concretar los sueños por los que luchó Mandela. Pero hoy su pueblo ha logrado avances significativos que parecían imposibles hace veinte años. Tal vez la vida de Nelson Mandela la resume un humilde sudafricano negro que fue consultado en uno de los tantos documentales que se han realizado sobre qué significa Mandela para él. Su rostro se transformó y simplemente dijo: “Él tuvo que permanecer 27 años preso, para que nosotros pudiéramos salir de la cárcel.” La contrapartida exacta de una frase de Mandela: “Uno es en la vida tanto como le cambia la vida a los otros”