Los hombres también sufren, pero lloran en el baño
Erotismo Registrado entrevistó a un sexólogo para charlar sobre la presión que tienen los hombres para ser machos de pelo en pecho. pitos, traumas y cambios de roles en una entrevista que busca y te interpela para que al menos consideres la idea de que un dedo en el culito puede ser muy placentero.
“Vos que siempre hacés notas del estilo, por qué no te armás una sobre la presión que tenemos los tipos a la hora de coger”, me dijo un amigo. Y me pareció que estaba bien, que el sistema machista no sólo maltrata y menosprecia mujeres sino que oprime y castiga al hombre que se rebela. Al que no quiere cogerse a una mina pero no es puto. Al que le copa mucho la rúcula con pollito grill pero también las tetas. Al que sí le gusta el pito pero no puede decirlo porque ser puto no da, mucha terapia, llanto de padres, quilombo. Los que no quieren cagarse a trompadas, a los que no les gusta el fútbol. A los que.
Entonces me puse manos a la obra y me contacté con el licenciado Federico Rinaldi, especialista en terapia cognitivo-conductual y sexología clinica. Un sexólogo joven y muy piola que supo darme algunas respuestas a muchas preguntas que hice sin saber bien si eran correctas.
La entrevista empezó con el Kamasutra y cómo, ese pequeño librito, no sólo enseña las posturas de una manera inocente y pedagógica, sino que informa de instructivo detallado de cómo, cuándo y con quién hay que coger. “La sexualidad está regida a los mitos. El kamasutra son cinco páginas de posturas y después habla de como tenés que vivir la sexualidad, el juego de poderes. Es como un código de ética del sexo de la india de una clase social alta. Y eso es, más o menos, lo que pasa con la sexualidad. Tiene cánones en base, y en general, a un afuera que poco tiene que ver con la realidad”, sostiene Federico.
El sexo como eje y los hombres como conductores. Esta nota busca desmitificar alguno de esas fábulas que, si bien hoy tienen eco en la falsedad, aún giran y constituyen realidades en el colectivo imaginario. “El encuentro con el sexo, por lo menos nuestra generación, aunque ahora se abrió un poco más, era complejo. Antes nuestros padres no hablaban con nosotros, nos educábamos con amigos o con pornografía. Y la pornografía no es más que una actuación que gira en torno a los hombres y de una manera muchas veces errada y ficticia”, indica.
Porno que te quiero porno
Y ahí hay un punto interesante y neurálgico. El porno. Esas películas, esos videos o imágenes que muestran a protominotauros con penes gigantes y venosos que levantan a una mina por los aires, mientras la desvisten con los dientes y otra, a sus pies, le chupa una de sus hermosas, lampiñas y gigantes pelotas que brillan y laten con intensidad. Y eso condiciona. Porque ellos son como se cree que debe ser un hombre. Como creen que se debe actuar. Y, al igual que el Photoshop para las mujeres, esos ideales lejos están de ser una realidad tangible, y ahí llegan los problemas. Y cuando digo problemas digo disfunción eréctil. Nervios. Transpiración. Forros que no entran, que duelen, que pellizcan mientras ella está ahí, mirándote cómo vos, macho alfa, intentás protegerlos de los peligrosos bichos.
Rinaldi nos cuenta que las consultas, en su mayoría, son por problemas a la hora de levantar al amiguito o por la rapidez de éste cuando tiene que acabar. “Cuando tenemos sexo, el pene del hombre no está erecto al cien por cien todo el tiempo y muchas veces pasa que están con una mina, o con un tipo, que no los calienta, al principio tienen una erección, después se baja y ese episodio se presenta como un fracaso y como piensan que se puede llegar a repetir, temen. En las pornos eso no pasa, en las pornos todo siempre sale perfecto. Y ahí los hombres se ponen en lo que se llama ‘rol de espectador’. Es como si estuvieran jugando un partido de fútbol e intentan ganar el partido desde la tribuna. Ahí en lo único que piensan es en el desempeño de su pene y no en la relación en sí", cuenta.
Las mujeres y su rol condicionante
Acá viene el plato principal de la nota, aunque no venía por acá, en la entrevista me encontré con un dato bastante interesante sobre cómo, el rol de la mujer en la cama, influye directamente en la buena performance del hombre. ¿Y cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? Bueno. El sexólogo nos cuenta que ahora que la mina "se desató", y aunque sepamos que viene de hace rato, el hombre empezó a tener un problemita que antes no tenía: la eyaculación retardada.
"Dentro de las disfunciones sexuales hay una que antes no aparecía tanto. No se daba mucho, y ahora sí: la eyaculación retardada. Es a quienes les cuesta mucho llegar a la eyaculación, e incluso a veces no llegan. Eso les pasaba mucho a las mujeres, porque arrastran todo lo aprehendido, que si ellas gozan es pecaminoso, que está mal el sexo. Hoy ellos son. El rol de la mujer cambió, cuando vos ves las disfunciones sexuales, lo más fácil de detectar en el consultorio es el diagnostico, o sea, no se me para, ok, claro, pero, ¿las causas? Hay mucha ansiedad de ejecución, como el rol de la mujer ya no es tan pasivo, siempre tuvo necesidades pero ahora las dice. Ya sabe lo que le da placer y puede exigirlo, los hombres nos damos cuenta de esas cosas y eso genera una presión muy grande porque nadie en nuestra formación nos enseñó bien cómo satisfacer a una mujer", detalla.
Dime cómo te crían...
De la crianza vienen la mayoría de nuestros mambos, gustos, maneras, principios. Desde que somos chicxs, si somos minas o tipos, tenemos una educación distinta porque hay cosas que sí hacen los nenes y otras que sólo hacemos las mujeres. "La enseñanza en los nenes es muy distinta que la de las nenas. A nosotros nos estimulan a ser más brutos con los objetos y a ellas a proteger, cuidar, tratar con delicadeza. Es un orgullo que el pibe pelee, que sea un poco violento, porque el hombre 'es así'", agrega Federico.
El tema es salir de esos casilleros y entender que todos, siempre, antes de hombres y mujeres, somos seres humanos con características, gustos y razonamientos distintos que, si los despojamos de cualquier encasillamiento de género, quedan asexuados e igualados. Para el especialista una manera real y efectiva de cambiar estas bases es a través de, por ejemplo, la ley 26.150 de educación sexual que hoy, aunque sucede, no es plena en todo el país.
Aún así, también admite que las presiones de pertenecer a la dictadura heteronormativa no aflojarán así como así. "Si hablamos de educación, sirve. Mucho. Nada resuelve nada completamente, creo que hay mucha gente que está contenta con las normas heterosexuales, es como el capitalismo, o como cualquier sistema. Por algo además se refuerza, porque hay gente que se siente muy bien y cómoda con lo que sucede. El problema es que hay gente a la que eso no le gusta entonces no aceptan ningún tipo de adaptación. Porque no es lo que quieren", comenta.
Todo lo que me gusta es de puto
Y acá entra la homosexualidad y esa presión en forma de "PUTO DE MIERDA" que tienen los hombres si osan, se animan, se les ocurre hacer algo que es "de minita". Y en la cama hay muchos más miedos a ser gay, si no sos gay, que a que no se te pare. O iguales miedos. O uno es consecuencia de lo otro, o viceversa, o nada que ver. Pero el especialista indica que el punto G del hombre está en el ano y no hay vuelta. O sí, vuelta y vuelta, pero para que animarse a eso hay que desprejuiciar bastante. "En terapia lo que hago mucho es trabajar en torno a los mitos, acercándoles un poco el paradigma que intentamos sostener, que es esto de la satisfacción ante todo. Y para disfrutar te tenés que relajar. Tanto para la mujer como para el hombre, el tema de el dedo en el culo no es que metes una falange y se acabo, tiene que haber una progresión. El órgano sexual más importante es el cerebro. Vos cuando tratas una fobia, tenés que exponer a la persona al temor que tiene. Y se lo acerca a través de ejercicios que buscan descifrar cosas que antes no conocían. Digo, si se anima a que le metan un dedo en el ano, es porque se lo tantearon. No fue de golpe, fue de a poquito. Ella o él fueron tanteando el terreno", admite.
Así que ya saben, muchachitos. Su punto G no está en otro lado más que ahí, en ese rincón profundo y oculto que puede generarles muchísimas satisfacciones si se libran de algunos prejuicios tontos. Y me animo a decir tontos porque, por ejemplo, Federico y muchísimas personas idóneas respecto a este tema, no sólo se indignan con las investigaciones, encuestas o noticias respecto a la homosexualidad de x o de y, sino que además afirman que la homosexualidad como una desviación a la norma, en la naturaleza no existe. Que hay muchos animales que gustan de bichitos de su mismo sexo, sean machos o hembras. Y con eso debería ser suficiente para entender al sexo como algo gigante, sin etiquetas y lleno de individualidades.