Newcastle perdía 1 a 0 frente a Chelsea y las "urracas" tuvieron un tiro libre sobre el costado izquierdo. Vino el centro al área y Olivier Kemen le metió un manotazo que bien podría haberlo hecho cualquier armador o atacante de vóley.

La pelota entró ante la impávida mirada del arquero que, curiosamente, fue el único de su equipo que protesto semejante acción. Cuando todos pensaban que el árbitro o el línea iban a anular el gol, los colegiados corrieron a la mitad de la cancha convalidando la conquista.