Lionel Messi volvía de una jornada de fútbol infantil con sus hijos, como cualquiera de nosotros un sábado o domingo. La imagen podría ser a la otra cuadra de algún club de barrio de la Ciudad -Ciencia y Labor, Miriñaque, Agronomía Central-, o del Conurbano -Flecha del Plata, Defensores de Olivos, Brandsen-.

Pero no, es en una esquina de Miami. Leo está detenido con su auto en un semáforo y le hablan y lo filman desde otro. Le dicen que acaban de jugar contra su hijo Thiago y Messi contesta: "¿Ustedes vienen de allá? ¿Están jugando el torneo?". “Sí, somos Galácticos”, contestan. 

Se trata de la academia de fútbol en Naples, Florida, el rival al que acaba de enfrentar Inter Miami en formativas. Leo pregunta las edades de los pibes que habitan el auto, les recuerda el resultado y desde el auto le contestan. "Sí, perdimos. No importa, así aprendemos más".

Leo levanta el pulgar, saluda, sonríe. A su lado Antonella sigue la charla. "¡Gracias Messi, gracias!", le gritan.

Gracias, le gritamos. ¡Messi habla de baby fútbol como cualquiera de nosotro (sin s)!