Después de una noche inolvidable y de un festejo interminable, no hay palabras para describir el sentimiento que me recorre las venas, que me invade el cuerpo y me llena el alma. No saben lo difícil que resulta para este columnista bajar veinte revoluciones y redactar en unas líneas coherencia y cohesión. Simplemente, no la hay. ¡¡¡¡River salió campeón, papá!!!!

Para los sufridos hinchas de esta generación, los que vimos a delincuentes e incapaces robarse todo y destruir nuestro amado club, este título es mucho más significativo que los que hemos conseguido en épocas pasadas.

Bastó con que se fuera el bostero para que River diera una nueva vuelta olímpica. ¿Casualidad o causalidad? Por supuesto, hay que destacar la gran conducción de Ramón Ángel Díaz. El caudillo riojano fue paciente, cauto y nunca perdió la tranquilidad. En los momentos duros no perdió los estribos y ahora le toca festejar. ¡Gracias, ‘Pelado’! Lo hiciste de nuevo.

El equipo de Ramón se fue construyendo con los partidos. Al DT le costó inculcarle su aura ganadora a este plantel, pero finalmente lo consiguió. River fue un justo campeón por ganar en los momentos decisivos. El Monumental fue su fortaleza. Puso de rodillas a (casi) todos sus rivales de turno. Se complicó al salir de casa, pero si miramos para atrás se llevó los tres puntos en encuentros más importantes. Encontró la regularidad en la recta final y se llevó todo el premio.

Si analizamos al plantel, hay más pibes que hombres. ¡Pero vaya que maduraron rápido! Los valores surgidos del club tuvieron una participación determinante en el título. Lanzini y Funes Mori en la ‘Bombonera’, Chichizola atajando penales claves, Villalba robándose los aplausos de todo el estadio. ¿Más? Claro, el semillero ‘mais grande do mundo’ tiene para tirar manteca al techo. ¿Qué decir de Éder Álvarez Balanta, que deberá armar las valijas para ir a Brasil? ¿Y de Kranevitter? Bueno, ni hablar del gran capitán.

Fernando Ezequiel Cavenaghi –y se me llenan los ojos de lágrimas–. Goleador, referente, ícono, campeón, ídolo, leyenda. Este gordito es lo más grande que hay. Simplemente es él. Es único. Les dije que iba a aparecer cuando más lo necesitáramos. Y ahí estuvo. Sonríe, se saca la camiseta, muestra sus rollitos, festeja, baila. Nació con el corazón rojo y blanco, surgió de la ‘cantera’, salió campeón, se fue, volvió por amor, lo echaron, volvió a volver y volvió a salir campeón. ¿Qué más decir? Su nombre está en las páginas más doradas de la historia del club más ganador del país. Él es sinónimo de River. Una historia de amor que nunca terminará. ¿Está claro que te amo, no?

Disculpen si pierdo la compostura o si lo que están leyendo no los llena. Simplemente es lo que hoy les puedo ofrecer. Emociones como esta no se dan a menudo. Ya habrá capítulos mejores y más elaborados, análisis más profundos y críticas más detalladas.

“El mundo está festejando”, como dijo nuestro presidente –e hincha de River– Rodolfo D’Onofrio.  El ‘Millonario’ volvió a sonreír. Su gente está feliz. Ya pensaremos en lo que viene. Ahora hay que disfrutar.

River campeón, gente. Las cosas en su lugar.

P.D.: Y ENCIMA SALISTE SEGUNDO!!!!!!!