River: Viejo estratega
Los últimos días de Ramón Díaz en River, aunque parezca increíble, estuvieron dentro de una estrategia. Ramón apeló a bajar el tono de sus declaraciones y guardar sus cartas, esperando ver los naipes del resto. De todos. Jugadores, candidatos a presidente y principalmente, la gente.
En la conferencia de un martes común, luego de una derrota parecida a cualquier otra, el riojano tiró la bomba que nadie esperaba. Dijo que una vez que pasaran los últimos dos partidos, iba a poner todo en una balanza y allí tomaría la decisión de continuar o no en el banco de River. Este fue el primer paso de una estrategia perfectamente planeada.
El mundo River se convulsionó ante semejante declaración. Nadie de su cuerpo técnico sabía que él iba a decir esto ante la prensa. Ramón había caído en la cuenta de que la picadora de ídolos que hace años ronda los pasillos del Monumental, podía alcanzarlo y buscó señales.
El jueves previo al partido con Racing, el DT juntó a todo el plantel en un restaurant, cenaron y hablaron del semestre que está terminando. Los futbolistas prometieron dar una muestra de carácter el domingo y en contraposición a sus palabras frente al DT y su cuerpo técnico, solamente patearon dos o tres veces al arco. Luego de ese partido, Ramón eligió el silencio y puso en marcha el plan antes mencionado.
En el entrenamiento posterior al clásico perdido en Avellaneda, Ramón habló con el plantel alrededor de quince minutos. Fue la charla más dura desde que es técnico de River. Luego del monólogo, un jugador se paró y dijo que se sentía en deuda con el técnico y que confiara en él, que estaba a muerte con el "profesor" y que a partir del domingo iba a dar vuelta la historia. Ese jugador fue Teófilo Antonio Gutiérrez Roncancio.
El mismo día que Ramón Díaz se mostró terrenal, por primera vez en un año, y dijo que podía dar un paso al costado, los dos máximos candidatos a presidente, Antonio Caselli y Rodolfo D´Onofrio, salieron a decir que había que cuidar al técnico, que era momento de pensar en River y no en un posible cambio de mando. Con su declaración, el riojano descomprimió de tal manera la situación que salió airoso y con el aval de ambos, por lo menos en "on", porque ninguno de los dos lo defiende demasiado con los micrófonos cerrados. Esto Ramón lo sabe, y sabe también que quién quiera deshacerse de él, va a tener que cargar con esa decisión ante la gente.
El domingo fue el día en que la estrategia llegó a su fin. El mensaje para el hincha de River en la conferencia del martes había sido dado y sólo restaba esperar la respuesta. “Me gustaría que apoyen a los jugadores”, fueron las palabras que utilizó y en ellas estaba escondido él. El apoyo que pidió públicamente fue para los jugadores, sí, pero también para él. Aunque nunca vaya a decirlo, Ramón esperó que baje de la popular local el canto que lo acompañó durante tantos años.
El hincha de River tomó la decisión de aplaudir mucho cuando la voz del estadio nombró al técnico del equipo pero en el Monumental jamás se escuchó el “oi oi oi oi, oi oi oi oi, es el equipo de Ramón”. Así respondió la gente, reconociendo que su nombre merece el aplauso por la gloria alcanzada, pero con indiferencia en el cara a cara, en una clara muestra de que el pasado se respeta, pero el presente se analiza.
La estrategia llegó a su fin con un gol en contra. Vittor va a ser, para siempre, el hombre que salvó la ropa. Porque si River no ganaba y en el final del partido había algún insulto para él, había muchas posibilidades de que diera un paso al costado. Y aquí es donde queda la estrategia al desnudo, porque aquel martes dijo que tomaría una decisión cuando el campeonato terminara y ni siquiera esperó a la última fecha para asegurar su continuidad. Vio compromiso en los jugadores por ganar el partido, más allá de la impericia técnica y táctica de muchos para lograrlo, se los notaba nerviosos y necesitados del desahogo, que por capricho del destino, llegó con un centro como cualquier otro y una pifia que determinó el triunfo. Así, el riojano salió exento de silbidos o reprobación de “su” gente.
El hombre pensó cada movimiento, guardó sus cartas, dejó jugar a los otros jugadores y ejecutó la maniobra a la perfección. Ramón Díaz no merecía irse así de River, por ese pasado tan glorioso y porque la falta de memoria, que puede alcanzar a todos, hasta a los otrora intocables, es un mal que destruye todo lo que tiene en su camino.
Señores, Ramón Díaz nos dio otra lección de estrategia, como buen viejo estratega que es.