La vuelta del Prode, tras diecisiete años, reflotó unas historia increíble, digna de un cuento del gran  Fontanarrosa. Digna del realismo mágico que instauraron Cortázar y García Márquez.

Transcurría la sexta fecha del torneo y los muchachos de Racing de Córdoba jugaron contra Ferro como si se tratara de las mismísima final del mundo. No era para menos, sentían que estaban a un punto de la gloria máxima, que no era precisamente la deportiva, sino la que se rige por las apuestas.

Desde su oficialización en 1972, que el Prode no tenía un pozo tan grande. Nada menos que 1.700.000 dólares. Cifra, que, si bien debían repartir entre los cuarenta integrantes del plantel, era muy elevada.

Los resultados se habían dado perfectos como lo que pusieron en la ficha. Sólo faltaba un partido, el que ellos mismos debían jugar contra Ferro.

Los jugadores, lograron ganarlo 2-1 con un gol de tiro libre en los últimos minutos de juego. su ejecutor fue Roberto Gasparini, quien repasó la anécdota en diálogo con Gustavo Sylvestre por radio Del Plata.

Los jugadores se abrazaron cuando terminó el partido, agradeciendo al cielo por tener los como notables ganadores del encuentro y del Prode, fundamentalmente.

El problema fue que aparte de ellos, hubo otros casi cien ganadores. Por lo que el premio sólo alcanzó para pagar una cena para todo el equipo. Sin dudas, una de las mejores historias de apuesta y deportes.