Inolvidable, Independiente
Histórico clásico: el Rojo ganaba 2 a 0 y 3 a 1 en la Bombonera pero se quedó, surgió un Riquelme fantástico, Boca lo dio vuelta y parecía tener todo listo. Hasta que apareció Farías, clavó dos goles más y selló un 5 a 4 memorable.
¡Qué poco le debe importar en este momento al hincha de Independiente haber perdido los primeros cuatro partidos del campeonato! Después de semejante arranque, Independiente se dio un lujazo y ahora goza, goza como pocas veces por un partidazo en la mismísima Bombonera y contra el equipo que llegaba mostrando la chapa de 34 partidos invicto en el torneo local. Goza por haber ganado, pero mucho más por cómo consiguió ganarlo.
A los seis minutos los hinchas de Independiente se habrán pellizcado tanto como los propios jugadores: un equipo que había metido un solo gol en cuatro fechas, estaba ganando en la Bombonera 2 a 0. Y, más allá de los desconciertos de una defensa y un arquero que dejaron de ser inexpugnables, estaba ganando bien. Con un gol de Vidal, que aprovechó un mal cruce de los centrales locales, y con un tiro libre del Malevo Ferreyra, que aprovechó que Orión fue a buscar la pelota al otro palo y descuidó el suyo.
A partir de ahí surgió Riquelme para pensar, jugar y hacer jugar a sus compañeros. El aliento de la gente mandó a Boca para adelante y se encontró con el descuento en una jugada de chiripa: Schiavi pifió un remate que le cayó servido a la cabeza de Roncaglia. Enseguida Farías iba a dar la primera muestra de una noche que terminaría siendo inolvidable: le frenó el envión a Boca con un cabezazo casi desde el piso y en donde chocó la cabeza con Caruzzo. Mientras el defensor no pudo seguir, el delantero acabó vendado y con un pómulo del tamaño de una rodilla. Para que fuera más heroico todavía...
A punto de concluir un primer tiempo frenético, Boca volvió a descontar con una jugada calcada a la del primer gol. Esta vez fue Sánchez Miño el que pifió y Riquelme el que recibió solo. En el camino, la empujó a su propio arco el Malevo. Al cabo, esa jugada iba a cambiar por completo el desarrollo.
Independiente volvió del descanso decidido a cuidar la ventaja y Riquelme se transformó en la figura de la cancha. Se cargó el equipo a sus espaldas, movió los hilos y generó la jugada del 4 a 3 (había empatado Roncaglia tras un error del arquerito Rodríguez) obligando a Sánchez Miño a picar al vacío y ahí le puso la pelota. El centro del lateral (había arrancado de volante pero en el descanso Falcioni, extrañamente, se animó a hacer un cambio ofensivo: Chávez por Caruzzo) fue medido a la cabeza de Ledesma. La Bombonera era una fiesta e Independiente no creía lo que estaba pasando...
Vaya a saberse de dónde sacó fuerzas el equipo de Cristian Díaz no sólo para empatarlo sino para poner el fútbol patas para arriba. Primero dos cabezazos en el área, el segundo de Farías, para empatarlo. Y en la última bola de la noche, después de que Schiavi quedara pagando, Farías se escapó solo por toda la gloria. Era el último segundo del partido pero al Tecla no le importó: con sangre helada se la picó a Orión. Y abajó el telón, un telón bien Rojo, para una noche inolvidable.

¡Qué poco le debe importar en este momento al hincha de Independiente haber perdido los primeros cuatro partidos del campeonato! Después de semejante arranque, Independiente se dio un lujazo y ahora goza, goza como pocas veces por un partidazo en la mismísima Bombonera y contra el equipo que llegaba mostrando la chapa de 34 partidos invicto en el torneo local. Goza por haber ganado, pero mucho más por cómo consiguió ganarlo.

A los seis minutos los hinchas de Independiente se habrán pellizcado tanto como los propios jugadores: un equipo que había metido un solo gol en cuatro fechas, estaba ganando en la Bombonera 2 a 0. Y, más allá de los desconciertos de una defensa y un arquero que dejaron de ser inexpugnables, estaba ganando bien. Con un gol de Vidal, que aprovechó un mal cruce de los centrales locales, y con un tiro libre del Malevo Ferreyra, que aprovechó que Orión fue a buscar la pelota al otro palo y descuidó el suyo.

A partir de ahí surgió Riquelme para pensar, jugar y hacer jugar a sus compañeros. El aliento de la gente mandó a Boca para adelante y se encontró con el descuento en una jugada de chiripa: Schiavi pifió un remate que le cayó servido a la cabeza de Roncaglia. Enseguida Farías iba a dar la primera muestra de una noche que terminaría siendo inolvidable: le frenó el envión a Boca con un cabezazo casi desde el piso y en donde chocó la cabeza con Caruzzo. Mientras el defensor no pudo seguir, el delantero acabó vendado y con un pómulo del tamaño de una rodilla. Para que fuera más heroico todavía...

A punto de concluir un primer tiempo frenético, Boca volvió a descontar con una jugada calcada a la del primer gol. Esta vez fue Sánchez Miño el que pifió y Riquelme el que recibió solo. En el camino, la empujó a su propio arco el Malevo. Al cabo, esa jugada iba a cambiar por completo el desarrollo.

Independiente volvió del descanso decidido a cuidar la ventaja y Riquelme se transformó en la figura de la cancha. Se cargó el equipo a sus espaldas, movió los hilos y generó la jugada del 4 a 3 (había empatado Roncaglia tras un error del arquerito Rodríguez) obligando a Sánchez Miño a picar al vacío y ahí le puso la pelota. El centro del lateral (había arrancado de volante pero en el descanso Falcioni, extrañamente, se animó a hacer un cambio ofensivo: Chávez por Caruzzo) fue medido a la cabeza de Ledesma. La Bombonera era una fiesta e Independiente no creía lo que estaba pasando...

Vaya a saberse de dónde sacó fuerzas el equipo de Cristian Díaz no sólo para empatarlo sino para poner el fútbol patas para arriba. Primero dos cabezazos en el área, el segundo de Farías, para empatarlo. Y en la última bola de la noche, después de que Schiavi quedara pagando, Farías se escapó solo por toda la gloria. Era el último segundo del partido pero al Tecla no le importó: con sangre helada se la picó a Orión. Y abajó el telón, un telón bien Rojo, para una noche inolvidable.