Grondona: las muertes no se celebran
Un viejo maestro, el 'Tato' Contissa (periodista y escritor pero sobre todo un peronista integral como el arroz), no dejaba celebrar las muertes. Y en cambio de festejar e ironizar, de lo cuál no se hubiera quejado, Contissa hubiese escrito un derrotero prosa poético sobre la vida de Grondona al frente del 'fubol' argentino y la FIFA.
En estos 35 años en los que Julio Humberto presidió el organismo, la AFA acumuló poder en detrimento de las economías de los clubes, a quiénes salvaba con una bicicleta financiera que ataba y ata hasta hoy a las instituciones, sobre todo las pequeñas.
En todos los años en los que Grondona secundó a los distintos presidentes de la FIFA desde la vicepresidencia, Julio operó en elecciones de sedes mundialistas con las asociaciones más pequeños, las asiáticas y africanas, por caso.
Fue el tesorero de un organismo que factura más de 200 millones de dólares por año. O sea, manejaba el dinero de un ente vedado al control de sus arcas, de sus números verdaderos.
Pero zafó de todas las denuncias de: cuentas en Suiza y de compra de votos, entre otras; y defendió a todos y cada uno de los apuntados por denuncias de corrupción y malos manejos económicos. Fue solidario ante las acusaciones a sus pares, Havelange y el propio Blatter. Y aunque en la justicia prosperaron algunas causas sobre contratos televisivos entre la Confederación Sudamericana de Fútbol y empresas de comunicación, nada.
Los nombres Grondona, Nicolás Leoz, el del uruguayo Eugenio Figueredo y otros dirigentes de la región, no han sido penados ni sancionados. Distinto fue, es, con la opinión pública. Allí Julio Humberto perdió y perderá por goleada. Los torneos, el dinero de la tv -con los privados y con el Estado-, con el monopolio y con el FPT.
El nombre de Julio Grondona fue, es, acompañado de insultos por el hincha, tras hablar de: calendarios, organización y promedios -aunque para este cronista, es de lo único poco acertado de la organización de nuestro fútbol-.
Claro que no hizo todo mal, si dejamos de lado que se perpetuó en el poder 35 años. Si obviamos lo perjudicial que fue con las asociaciones del interior del país, hasta este último manotazo en el que cambió el formato de los torneos. Si no contamos con los balances que no cerraron por contratos de publicidad y ganancias de la AFA.
No sólo hizo daño, claro, si dejamos de lado que hizo escuela entre sus pares y aduladores sobre cómo ejercer el poder. Si ignoráramos sus vínculos con las autoridades dictatoriales que lo convirtieron en presidente de AFA (Videla y Lacoste, presidente del ente que organizó el Mundial 78'). Si no pusiéramos la lupa sobre lo acomodaticio que fue con cada uno de los gobiernos que vio caer.
Julio Grondona no pudo o no supo frenar la violencia de las barras, unas contra otras por las calles en el pasado; y la actual, en los clubes, por las comisiones de los pases, por el estacionamiento, o por otro "kiosko".
Su séquito en Viamonte al 1300, ese que acuerda referís y horarios en el bar de la esquina -calle Uruguay-, tiene ahora la chance de cambiar el curso del destino que eligió patear para adelante nuestro 'fubol' en todo este tiempo.
La nueva-misma-vieja dirigencia puede cerrar el espejo en el que se miró todo este tiempo, olvidar su obsecuencia y cobardía (nunca es tarde para dejar de ser cómplice por más de que eso quede en el prontuario), y frotarse con agua las manos manchadas, la cara acerada.
O bien seguir así sin más, más allá de los resultados locales, de los desajustes que el dinero del Fútbol para Todos iba a olvidar, del manager de moda de jugadores que pone y saca players y entrenadores; del trabajo en los Mundiales, Messi y el próximo entrenador.
Pueden suspender fechas y minutos de silencios, por si el público no los respeta. Pueden ajustarse calendarios y reinterpetrase reglamentos, cambiar torneos para conseguir el apoyo de las provincias y federalizar de una vez por todas, con esa excusa, la patria futbolera.
O bien, podrían prohibir el ingreso de 300 barras y dejar entrar 30 mil hinchas. Repartir mejor el dinero entre grandes y chicos. Mostrar las ganancias y balances, televisar las reuniones de Comisión Directiva y hasta el sorteo de árbitros. O dejar todo igual.
Saben ellos, la nueva-misma-vieja dirigencia, que queremos algo de todo eso. Y saben, se celebre o no, que sabemos que se murió un hijo de puta.
Un tipo que se jactaba de ser vicepresidente del mundo. El vicepresidente de uno de los organismos, sino el más corrupto, y poderoso de los entes del planeta.
Se murió Julio Grondona, se celebre o no.