Eran otros tiempos; otros jugadores; otros dirigentes... y el mismo técnico.

Cuesta creer y da bronca saber que si Boca sumaba por triplicado ante Argentinos Juniors en el 'temblo' de Brandsen 905, estaría tan cerca de la cima como de comenzar a ocultar diferencias, aún existentes.

Pero nada de eso ocurrió. Cuando parecía que sólo faltaba el golpe de nocaut, al equipo de Carlos Bianchi, se le vino la noche encima; se apagaron las luces y volaron ciertos murmullos.

Aquel viejo team del 'Virrey' bajaba la persiana y te cocinaba a fuego lento.

Eran otros tiempos; eran otras épocas.

Se podrán criticar variantes inexpresivas y volantazos de ansiedad, pero habrá que entender las razones. Si la victoria se hubiese consumado, no remarcaríamos el ingreso de Diego Rivero por Luciano Acosta o quizá lo analizaríamos desde otra perspectiva.

Lo cierto es que el hincha que dijo presente en la 'Bombonera' se fue con la sensación de vacío e impotencia.

Fastidio por la inexperiencia de un plantel que todavía no se acostumbra a los grandes triunfos y que por momentos pareciera desechar todo lo que tiene al alcance de la mano.

Irresoluto y no tan sólido. Una semana después, pudimos darnos cuenta que la victoria ante Racing en el 'Cilindro' de Avellaneda, sólo sirvió para disminuir altas temperaturas de un vestuario que mantiene sus diferencias y para ilusionar al hincha con volver a la pelea grande.

Le falta pasta. A este Boca, cuesta observarle sus uñas de guitarrero por más que por efímeros períodos demuestre que las cuerdas están afinadas.

Lamentablemente para el simpatizante, la abundancia en la calidad individual contrasta con el presente futbolístico. Por más doloroso que fuera, esta es la realidad.

Se viene Quilmes en el sur; una final más para un Boca que tiene prohibido pensar en el más allá. En el horizonte aparece el 'River' de Ramón, también con sus problemas y plagado de inseguridades. Y aunque sea difícil no soñar, el 'Xeneize' deberá pisar fuerte para llegar fortalecido al superclásico del 30 de marzo.

Eran otros tiempos... y también otra realidad. Cada una con su sabor, aunque aquella, con otro brillo.