Argentina, triste y orgullosa por su selección, que estuvo a un paso de la gloria Mundial
El equipo de Alejandro Sabella entregó todo, dispuso de las mejores ocasiones de gol pero careció de puntería. En tiempo suplementario, Gotze convirtió para los europeos, que así obtuvieron su cuarto título Mundial. Leones igual.
Como dice el nuevo hit que cantamos con tanta ilusión, "aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar". El haber estado tan cerca de volver a ganar una Copa del Mundo -la tercera-, en tierras brasileñas será recordado por mucho tiempo, ya es histórico.
El equipo que armó Alejandro Sabella y que estuvo a un paso de la gloria se basó en la disciplina táctica a la hora de marcar y la explosión al momento de atacar. Esta selección despertó en el argentino, una enorme ilusión a medida que pasaban los partidos y terminó generando un profundo orgullo.
Esa es la palabra, más allá de la admiración por algunas de sus figuras, más allá de la tristeza por esta derrota en el partido final.
Pese al lamento por las situaciones de gol que desperdició Argentina, al menos dos muy claras -la de Higuaín y Palacio-, y del trámite favorable de gran parte del juego y los espacios para correr el contragolpe, y que Messi, nuestra gran ilusión, no pudo aprovechar al ciento por ciento.
El equipo jugó la final de la Copa del Mundo no sólo de igual a igual, algo esperable, sino con mayor inteligencia que Alemania. Sabella planeó llevar a un embudo al rival, como lo hizo con Holanda, y lastimar al momento de tener espacios.
Un equipo compacto, intensidad defensiva y rápida transición para atacar. Higuaín en dos oportunidades, y una muy clara de Messi -que Boateng salvó en la línea-, fueron las ocasiones en las que la selección pudo haber abierto el marcador en el primer tiempo.
Sólo hubo una distracción. Fue en el último córner en contra del primer tiempo, cuando Hoewedes cabeceó al palo.
El segundo período fue más parejo, o bien se jugó más un "golpe por golpe", y fue porque Sabella arriesgó con el ingreso de Agüero por Lavezzi, que había estado "picante". Así, propuso un 4-3-3 con menos equilibrio, y más compañía para que Messi genere espacios.
Ya antes de los cinco minutos, Lionel se filtró entre los centrales tras un gran pase de Biglia, y remató a la carrera entrando por izquierda apenas al lado del palo. Mascherano y Biglia se desdoblaban para marcar en la mitad, Pérez pasaba al ataque y daba la sensación que en el próximo ataque se podía dar.
Ellos complicaban con las proyecciones de Lham, porque el mediocampo teutón podía distribuir más la pelota, y Sabella volvió a mover el tablero. Palacio por Higuaín, y la función para Rodrigo de regresar pegado a Schweinsteiger.
Alemania tuvo así un remate de Kross desde el borde del área, desbordes por derecha e izquierda que llevaron peligro para el arco de Romero. Pero había espacios arriba. Gago por Enzo -exhausto por todo lo que corrió y jugó-, y más prolijidad en los pases.
Llegó el alargue y la tensión crecía. Rojo le sirvió un pase-centro a Palacio, que otra vez falló en un mano a mano con la pelota picando ante la salida del arquero. Su remate se fue apenas ancho y a sufrir.
Y llegó el peor momento. Demichelis perdió a Gotze en el área, este dominó de pecho y de zurda cruzó el remate para el gol que le dio a los alemanes el triunfo y la cuarta Copa del Mundo.
Quedarán en nuestras retinas las jugadas, que como reconoció Messi, podrían haber cambiado la historia. Su remate, el de Higuaín y el de Palacio. Pero no pudo ser. Eso.
Tristeza, por lo cerca que se estuvo de ganar el Mundial en Brasil. Pero mucho orgullo por el equipo que armó el entrenador, y por los jugadores que volvieron a colocar en el primer plano mundial a la selección argentina.