A 30 años de la última Libertadores de Independiente
El equipo de Avellaneda obtuvo en el 27 de julio de 1984 su último título en la Libertadores, la cual significó su séptima conquista histórica que todavía lo erige en el "Rey de Copas".
Con un gran rendimiento colectivo, por momentos lujoso como lo demostró en parte de la final, Independiente obtenía 30 años atrás su último título en la Libertadores, su séptima conquista histórica que todavía lo erige en el "Rey de Copas".
Ocurrió un frío viernes 27 de julio de 1984, cuando la vieja "Doble visera" de cemento de Avellaneda asomó repleta para observar el feo empate sin goles del conjunto ‘rojo’ ante Gremio, en el encuentro de vuelta.
Pero setenta y dos horas antes, en Porto Alegre, el equipo de José Omar Pastoriza había consumado una excelsa producción de juego, quizás una de las mejores de un equipo argentino no sólo en Brasil sino en condición de visitante en el historial de la Copa.
El 1-0, cortesía de Jorge Burruchaga, quedó corto para ese auténtico ‘baile’ del elenco de Avellaneda.
Ese equipo de Independiente nacía en la agilidad y en los reflejos del arquero uruguayo Carlos Goyén. Por las bandas, Néstor Clausen, por derecha, y Carlos Enrique, por izquierda, aportaban eficacia en la marca y convicción en la proyección. En el medio de la zaga central, Hugo Villaverde y Enzo Trossero, conformaban una sociedad férrea, casi impenetrable para los delanteros rivales.
"Jamás participé de una mitad de cancha como esa. Ricardo (Giusti) tenía características distintas, de marca y contención, pero un volante con gol. Claudio (Marangoni) contaba con elegancia y un tranco muy bueno, también", relató.
"Jorge (Burruchaga) estaba en el mejor momento de su carrera", describió el astro Ricardo Bochini, para calificar a ese cuarteto de recuperación, distribución y generación que conformaron Giusti, Marangoni, él mismo y Burruchaga, los motores de un equipo que venía de consagrarse campeón en el Metropolitano 1983, con el 2-0 al descendido Racing en la última fecha como "frutilla del postre".
Alejandro Barberón y Sergio Bufarini conformaban, habitualmente, el definido binomio de ataque, aunque también alternaban Enrique Sánchez, José Percudani y Gerardo Reinoso, entre otros.
"A medida que fue avanzando la Copa, me di cuenta de que estábamos para campeones. Estudiantes, por esos años, era un clásico para nosotros. Y les pudimos ganar con claridad", recordó Bochini, en relación al 4-1 alcanzado en Avellaneda, que le permitió ganar el grupo de la fase inicial, del que también participaron los paraguayos Sportivo Luqueño y Olimpia.
"El partido clave fue el 3-2 a Olimpia, con el gol de (Sergio) Bufarini en el último minuto. Perdíamos 2-1 y se nos complicaba", admitió el máximo ídolo de la historia de la entidad.
Luego de sortear la primera ronda, Independiente debió enfrentarse en uno de los grupos semifinales a Nacional de Montevideo y Universidad Católica de Chile. A los dos les ganó en Avellaneda y consiguió sendos empates en calidad de visitante como para acreditar el regreso a una definición de Libertadores, nueve años después (la anterior había sido en 1975).
Del otro lado estaba Gremio (que había dejado en el camino a Flamengo y ULA Mérida de Venezuela), con el delantero Renato Portaluppi como figura.
En el primer partido, Independiente ejerció una superioridad notoria, convirtió en sostén del resultado al arquero rival, Joao Marcos, y las crónicas deportivas de aquellos tiempos hablaron de "partido perfecto" del "Rojo".
En la revancha, el conjunto de Avellaneda neutralizó los embates de su par brasileño y apenas sufrió con un remate desde fuera del área de Guilherme que Goyén contuvo en dos tiempos, agregándole suspenso a la atajada.
El árbitro chileno Mario Lira decretó el final y, espontáneamente, la parcialidad "roja" atronó con el cantito símbolo de aquellos días, ese que marcaba "Gracias señor Pastoriza, por todo lo que nos da…".
Independiente jugaba su séptima final de Libertadores y salía airoso como en todas las ocasiones anteriores. Pero jamás imaginó que de allí en adelante se desataría un período de sequía que incluye, al menos, las tres últimas décadas.
A 30 años de la séptima Libertadores, y a pesar de los últimos años de malaria que hasta terminaron con el descenso de categoría por primera vez en su rica historia, ningún equipo fue capaz de por lo menos igualar el gran logro del Diablo.
Lo que enaltece las conquistas de una institución que dominó el mundo futbolístico por tres décadas. No por nada fue el primer equipo argentino en lograr la Libertadores en 1964. El único Tetra en América del Sur al ganar cuatro Copas al hilo entre 1972 y el 75. Obtener la triple corona internacional en el 73, ganando la CL, la Interamericana y la Intercontinental frente a Juventus en Roma.
Independiente marcó una época de mística copera que fue y es envidia de todos.