Tony Allen deslumbró en una actuación memorable con su cuarteto de jazz
Solo había que repasar las anteriores presentaciones de este formato que propone el 'motor humano' que le dio vida al género afrobeat, para entender que este cuarteto surfea por grooves africanos, en una antigua nave de jazz 'old school' de apenas cuatro marineros. Climas, juego, virtuosismo y un 'mood' ajustadísimo bajó desde el escenario de Niceto Club.
"Todos me conocen por el afrobeat, pero por ser la primera vez que venía a Buenos Aires vinimos con mi cuarteto. Ojalá lo disfruten". El tributo de Allen a su ''ídolo'', Art Blakey, llegó a la Argentina en el formato de cuarteto, a la vieja usanza digamos. Sin embargo, la forma de ejecutar y los climas generados delatan el moderno estilo de la internacional formación que rodea al generador de aquel ritmo revolucionario: el afrobeat.
A pesar de que casi todos esperábamos una noche de baile en clave afro, el fino y elegante estilo 'afrojazz' de Allen vibró con emoción entre los presentes. Para sorpresa de los músicos, el público argentino estuvo lejos de recular y animó cada tramo, esperando atentamente los mágicos momentos que regaló el nigeriano de 76 años y sus soberbios acompañantes.
Varias melodías conocidas para los fanáticos del bebop sonaron al estilo de los músicos que ejecutaban: esa es una de las consignas para revivir a los grandes jazzeros, mantener el espíritu del sonido aunque variando las formas musicales. En ese incierto terreno se lucieron los sutiles y precisos golpes de Allen.
Irving Acao, saxofonista cubano, brilló mientras deformaba 'A Night In Tunisia'. Pero deformar es sólo una manera de explicarlo, a nadie le quedaron dudas de qué obra tomaba las ideas reproducidas, entre movimientos ascendentes y descendentes a toda velocidad, surcando escalas alrededor de la armonía principal.
Una de las grandes diferencias que tiene este cuarteto en relación a la música que pretende revivir, sin duda está en el tipo de ejecución de los graves: Mathias Allamaine mantuvo el groove con líneas repetitivas y explosivas, algo bien distinto a lo que un concierto de jazz ofrece generalmente. Sus solos fueron de los más aplaudidos y generó una empatía inmediata, siempre atento a subirse al mood de Tony.
En el piano Jean-Philippe Dary expandió el rango de armónicos en el aire. A su izquierda y con un timbre más clásico, su instrumento marcó bases rítmicas, mientras que a su derecha, un tipo de sonido más cercano al rhodes generó coloridos momentos, en contestación con el bronce. El francés es el canal de comunicación que suele hablar, aunque esta vez, Allen se vio obligado a sacar a relucir su inglés de acento africano, dándole rienda suelta al parloteo.
Una de las composiciones más trascendentales de Blakey apareció como por arte de magia, cuando todos íbamos obnubilados de tanta belleza musical: Moanin' se escuchó (ver video) como un remix tan parecido al original, aunque con una cadencia más ofensiva, más hacia adelante, en comparación al swing que Bobby Timmons le daba en el piano en aquella cinta de 1958. Un momento glorioso fue el que se puede apreciar en el registro visual, cuando ese sonido característico de Allen asumió el protagonismo del silencio tras la maravillosa frase de Blakey.
Completamente sorprendido por la expectativa, Allen no dejó de agradecer al público argentino -incluso muchísimos músicos de los parches se acercaron a presenciar una gran clase que dio horas antes del show- y decidió comunicarse por sus propios medios, para dejar en claro que su próxima visita probablemente tenga mucho más del Tony Allen que conocemos, aquel que te obliga a mover los pies golpeando cientos de corcheas a contratiempo.