Científicos de la Universidad de Módena, en Italia, dirigidos por Michele De Luca han logrado una exitosa reparación dérmica en un niño con un severo caso de "epidermólisis ampular",  una enfermedad que puede provocar la pérdida de la capa exterior de la piel.

El pequeño paciente, de siete años, tiene una piel que no se adhiere de forma adecuada a la dermis lo que hace que se fragmente y se desprenda con facilidad dejándolo expuesto a dolorosas heridas e infecciones. 

Una de las causas de esta dolencia es una mutación del gen LAMB3, responsable de codificar una proteína implicada en el proceso de adherencia de las capas de la piel, aunque hasta ahora no se ha diseñado un tratamiento clínico.

En la investigación publicada en la revista Nature, se indica que el nuevo método experimental propuesto por el equipo italiano se puso a prueba en un niño que ingresó en una unidad de quemados tras haber perdido “casi toda su epidermis”, lo que ponía en riesgo su vida, según relató De Luca en una conferencia de prensa telefónica.

Los científicos utilizaron una muestra de cuatro centímetros cuadrados de piel del niño y corrigieron genéticamente sus células por medio de un vector retroviral -un virus que hace de vehículo para introducir material genético exógeno-.

A partir de esas células modificadas, cultivaron injertos epidérmicos de 85 centímetros cuadrados, con los que reemplazaron el 80 % de la piel del paciente en diversas operaciones quirúrgicas.

Y tras dos meses de tratamiento: “En febrero de 2016 recibió el alta y pudo recuperar una vida normal, incluido ir a la escuela y participar en actividades deportivas”. 

Tras 21 meses, la nueva epidermis se ha adherido con firmeza a la dermis subyacente, sin formar ampollas, y resiste al estrés mecánico de forma normal, según describen los científicos en “Nature”.

El trabajo subraya que no se han detectado signos de producción de anticuerpos contra los injertos, lo que podría promover el rechazo de la piel modificada, y que los genes que incorporan el vector retroviral no han mutado de forma que permita ligarlos a la posibilidad de aparición de tumores.


(EFE)