Los norteamericanos Peter Rhee y Samuel Tisherman, de la Universidad de Maryland, desarrollaron una técnica revolucionaria que, básicamente, consiste en enfriar el cuerpo de heridos de muerte para detener el metabolismo corporal.

De esta manera, poniendo el cuerpo en un virtual estado criogenia, los médicos tendrían el tiempo suficiente para reparar el daño que ha llevado a al organismo a tal estado de gravedad.

La idea es drenar toda la sangre del cuerpo del individuo y enfriarlo hasta 20 grados por debajo de la temperatura corporal, lo que se logra sustituyendo toda la sangre extraída con una solución salina helada que mantiene el cuerpo en una suerte de “animación suspendida”.

Luego de repara el daño mortal, se bombea nuevamente la sangre al cuerpo y, según las pruebas realizadas con animales, el corazón vuelve a latir con el aumento paulatino de la temperatura, reanimando el metabolismo. Así, el 'muerto' vuelve a vivir.

En las pruebas realizadas en animales, en su mayoría cerdos heridos en tal estado de gravedad que eran declarados prácticamente muertos, los animales se enfriaron a un ritmo de unos 2 grados por minuto. Luego se reparó el daño y casi el 90 por ciento volvió a la vida.