Cuando las revistas científicas la embarran y pierden credibilidad
Científicos y académicos traban duro día a día para que sus investigaciones sean publicadas en prestigiosas revistas que abarcan el terreno de la ciencia, aunque muchas veces los datos no son bien chequeados y meten la pata. ¿Realmente se puede fiar en estos medios?
Desde que la prestigiosa revista científica estadounidense “Science” anunciase la retirada por “irregularidades” de un artículo publicado en diciembre sobre cómo una conversación de 20 minutos podía hacer cambiar la opinión de la gente sobre el matrimonio sexual, se han puesto bajo la lupa la veracidad de las revistas científicas por tergiversación, declaraciones falsas e incapacidad de despejar dudas sobre irregularidades estadísticas.
Por lo general, el público se puede fiar de las publicaciones científicas más prestigiosas. Por ejemplo, la revista "Nature" rechaza el 92% de los trabajos que recibe, según sus datos.
Aun así el riesgo del fraude científico va en aumento. Tanto, que el número de estudios retractados por las publicaciones -retirados tras ser publicados- se ha multiplicado por 10 desde 1975, según un informe del instituto PNAS.
Fueron muchas las retractaciones que generaron un gran escándalo en los últimos años, y que el portal BBC Mundo se encargó de recopilar:
En 1998 la revista médica "The Lancet" publicaba un estudio del doctor Andrew Wakefield que vinculaba la vacuna de la triple vírica -sarampión, rubeola y paperas- con el autismo en niños.
El estudio tuvo una gran repercusión y, junto a otras campañas, creó un ambiente contrario a las vacunas en muchos padres. En 2003, las vacunaciones de la triple vírica descendieron en Reino Unido por debajo del umbral recomendado.
En 2010 la revista se vio obligada a retirar el supuesto estudio científico después de que el Colegio General Médico –GMC- británico descubriese el engaño. Las conclusiones eran falsas y los métodos utilizados también, según esta institución.
Negligencia médica, ocultación de datos, utilización de niños… fueron algunas de las acusaciones vertidas en lo que muchos denominaron el mayor escándalo médico de la década.
Por otro lado, el 29 de enero de 2014 la joven bióloga japonesa Haruko Obokata publicaba en la prestigiosa revista "Nature" un método sencillo y revolucionario para reprogramar células adultas -sumergiéndolas en un ácido- para obtener células madre.
Sin embargo, la comunidad científica denunció el uso de imágenes duplicadas para documentar el estudio y la incapacidad para replicar los resultados del mismo. En julio de 2014, "Nature" retiró el estudio debido a sus "errores graves".
Otro de los casos sucedió en 2012 con una publicación bomba en pleno debate sobre los transgénicos. Una revista considerada respetable revelaba un estudio que vinculaba la ingesta de maíz transgénico de Monsanto con grandes tumores cancerígenos en ratas.
El trabajo del biólogo francés Gilles-Eric Seralini mostraba en la revista "Food and Chemical Toxicology" roedores con tumores del tamaño de una pelota de pin pong que atribuía a este alimento genéticamente modificado.
Los activistas contra los alimentos transgénicos utilizaron este estudio como arma en sus reivindicaciones, aunque se precipitaron tanto como la revista al publicarlo.
Algo más de un año después, la publicación se vio obligada a revisar su autenticidad tras una investigación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. La revisión llegó a la conclusión de que la cepa de ratas empleada por Seralini era propensa a desarrollar tumores de manera natural y que el investigador apenas utilizó 10 ratas por grupo de estudio, una cantidad insuficiente para sacar conclusiones, según la revista.
La revista “Science” ya había metido la pata en 1996 tras la publicación de un estudio que aseguraba que la mezcla de algunos pesticidas podía provocar desórdenes endocrinos y aumentar anormalmente la producción de hormonas de estrógenos, lo que podría originar cáncer y malformaciones de nacimiento en seres humanos y animales..
Un año después el autor, John A. McLahan, admitió que los resultados de su investigación no podían reproducirse, por lo tanto no eran válidos y hubo que retirar el trabajo.
Es el caso de un trabajo científico también publicado en "Science", en 2009, por un equipo internacional dirigido por Manuel Ferrer, de Consejo Superior de Investigaciones Científicas –CSIC- español, hablaba sobre un nuevo método de análisis de la actividad enzimática de una célula basada en un chip que desarrollaron.
Una serie de errores llevaron al retiro del artículo, aunque eminentes científicos no estaban de acuerdo con ello.
Fue el caso de Richard Roberts, un premio Nobel de Medicina estadounidense , que aseguró haber probado el chip y que funcionaba casi a la perfección. Los pequeños errores no le parecían suficientes para retirarlo.