En el archipiélago de Fernando de Noronha, situado a 545 kilómetros de Recife (capital del estado de Pernambuco), está formado por 21 islas y varias de ellas están infestadas de sapos de la especie cururú; la mitad de los ejemplares, deformes.

Se sabe que los anfibios invadieron las islas hace varias décadas, pero ahora casi la mitad los ejemplares presentan malformaciones en las extremidades, los ojos y la boca. Además, cerca del 20 por ciento de los individuos deformes también están parcial o completamente ciegos.

En condiciones normales, la mayoría de los sapos usan pistas visuales para encontrar, cazar o atrapar su presa, pero dichas malformaciones han variado sustancialmente los hábitos de este sapo; por ejemplo, los ejemplares ciegos adoptaron una estrategia distinta y relajada para alimentarse, según un estudio publicado en la revista Journal of Zoology.

"A diferencia de los sapos normales, los que son ciegos literalmente esperan que los insectos caminen sobre ellos antes de comérselos", dice Luis Felipe Toledo, un biólogo especializado en anfibios de la Universidad Estatal de Campinas en São Paulo.

Debido a que los sapos ciegos comen solamente lo que literalmente les pasa por encima, se aprecian cambios en sus organismos. Por ejemplo, estos sapos tienen un peso menor que los normales y producen menos huevos.

La proliferación de estos animales se ve favorecida con que, al ser una especie introducida en las islas, no tiene depredadores naturales o competidores locales, lo que permite que hasta los ejemplares deformes sobrevivan y se reproduzcan.

Lo que queda por dilucidar aún es el por qué de las deformaciones.